Desde
que Olivier Nakache y Eric Toledano arrasaran en todo el mundo con Intocable, incontables son las películas
francesas que se han estrenado bajo el epígrafe: “de los artífices de Intocable”, ya sea porque comparta con
ella algún productor, el guionista o, vaya usted a saber, el tipo que diseñó
los títulos de crédito.
El
caso es que ahora por fin llega realmente la nueva película de los realizadores
de aquella, y es por ello que las expectativas eran muy altas. No voy a decir
que Nakache y Toledano no hayan querido arriesgar, repitiendo el mismo esquema
de nuevo, pero sí es cierto que queda cierto regusto de Intocable en esta Samba, con la que, ya de entrada,
comparten protagonista. No en vano volvemos a tener un retrato social basado en
la relación de un inmigrante negro (y por lo tanto, de clase baja) con alguien
económicamente por encima de él pero con un grave problema de salud (en Intocable era un tetrapléjico y ahora es
una depresiva). A partir de aquí, sin embargo, empiezan las diferencias.
Y
la principal diferencia está en el tono. Samba
cuenta la relación, primero de amistad y luego de amor, entre un inmigrante
ilegal y una ejecutiva que durante una baja por enfermedad ayuda en una ONG. De
esta manera, Samba es un crudo
retrato de la realidad de los inmigrantes en el país vecino (que puede que no
sea muy diferente de cómo pueda ser en el nuestro propio) y como es su día a
día, ayudándonos a ver con otros ojos como en ocasiones los problemas de adaptación
no surgen sólo de ellos sino de un sistema que los necesita como trabajadores
pero los rechaza como personas.
Hasta
aquí, todo correcto. Magnífico, incluso. El problema viene cuando se necesita
una historia para envolver convenientemente este documento. Y es que la
historia de Samba hace aguas por todas partes.
Pese
a los varios momentos simpáticos que endulzan el film, Nakache y toledano nunca
saben decidirse en el tono que quieren dar a su película, logrando abrir un
debate en las calles sobre si se trata de un drama con tintes cómicos o una
comedia con trasfondo social. Parece que el tema va más por el drama pero si
quieren saber mi opinión pienso que los autores buscaban en realidad una
comedia, solo que les salió una comedia mala.
A
diferencia de en Intocable (y van
ustedes a perdonarme las continuas comparaciones, pero resulta inevitable) los
diálogos aquí son bochornosos y la complicidad que había entre Omar Sy y François Cluzet no se traduce en química entre
el propio Sy y Charlotte Gainsbourg.
Decían
en una entrevista los directores que quería emular a las comedias italianas de
corte social, lo cual puede ser cierto, pero hay también cierta americanización
en el uso de abundantes escenas videocliperas que no le hacen ningún bien a la
película, que más allá del interés que pueda ofrecer por el aspecto de cine de
denuncia resulta aburrida y poco creíble, a la par que mal resuelta.
No
voy a definirla como un desastre total, pero quizá las expectativas estaban muy
altas y la presión ha podido con Nakache y Toledano, que después de palpar el
cielo con Intocable decepcionan en esta historia irregular y demasiado artificial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario