Desde
hace ya algún tiempo cada vez que toco el tema del cine con mis amigos me salen
con la misma cantinela: “es que el cine es muy caro”.
Escuchas un programa en
la radio, o un podcast, y de nuevo lo mismo. Es la salida más típica del mundo.
Y tras la subida del IVA cultural de hace un par de años la excusa perfecta
para piratear a diestro y siniestro, como si la alternativa a algo caro fuese
directamente robar (y, ¡ojo!, no quiero pecar de hipocresía: en esto de
descargar de Internet, el que esté libre de pecado que tire la primera piedra;
y yo, desde luego, no estoy en disposición de tirar nada).
Pues
bien, estoy ya harto. ¿El cine es caro? Pues no, que queréis que os diga. No es
caro. Y no lo digo por decir. Veamos algunos datos:
Una
entrada de cine, un fin de semana cualquiera, cuesta entre ocho y nueve euros,
dependiendo del cine y la localidad. Si la película es en 3D o en salas
especiales puede subir hasta los once o doce. De acuerdo. Eso es lo que cuesta
una entrada de cine.
Ahora
viene cuando alguno me dice: “Sí, claro, pero es que tenemos dos niños, así que
ver una película de dibujos con los dos niños son ya cuatro entradas, a las que
hay que sumar las Coca Colas, las palomitas y las chuches y, claro, ya que
sales, habrá que pasar por el McDonal’s, ¿no?”. Bueno, no seré yo quien diga a
cada uno lo que debe hacer en su tiempo libre ni en qué debe gastar o no su
dinero, pero estamos analizando lo caro que es el cine. El tema de los
complementos o la cena es otro tema en el que no voy a entrar y del que no se
puede culpar al cine en sí. Tanto es así que incluso muchos exhibidores
reconocen perder dinero con el precio de las entradas de cine, estando
precisamente en la venta de palomitas y refrescos la posibilidad e hacer negocio.
Pero
ahí no acaba la cosa ya que… ¿es realmente el que he comentado el precio real
de una entrada de cine? Pues no, ni mucho menos. Sigamos viendo datos reales.
Muchas
cadenas de exhibición ofrecen packs familiares. Sin detenerme a nombrar a
ninguna en concreto, que tampoco me pagan por la publicidad, pondré algunos
ejemplos. En el cine al que yo voy habitualmente tienen una tarifa plana que
consiste en 22,50 € al mes (sin compromiso de permanencia) por la cual puedes
ver todas las películas que se estrenen en ese mes. Por hacer un cálculo
aproximado, sólo en esta semana (de lunes a domingo) se podrían ver hasta 28 películas por ese precio. Y sólo en una
semana. Otras cadenas proponen quedadas con amigos a través de Facebook de
manera que cada entrada cueste sólo cinco euros. Y tienen packs familiares con
los que, con sólo llevar a un menos de doce años, el precio de la entrada es de
6 € el adulto y 4,50 € cada niño.
También
es cuestión de elegir con cuidado el día. Las matinales del domingo se pueden
encontrar entradas por 4 €, y en algunos cines ni siquiera hay recargo en caso
de ser en 3D.
Luego
está lo que antiguamente se llamaba “el día del espectador”. Algunos cines
están asociados a la propuesta “Los miércoles al cine” en los que las entradas
pueden variar entre los 3,50 y los 4,90 € en función del cine o aquellos que
sólo con tener una tarjeta fidelidad gratuita permiten comprar entradas los
miércoles y jueves no festivos por 4 €. También es frecuente encontrar
promociones según la cual al ir al cine te hacen entrega de una tarjeta que te
da derecho a comprar entradas en promoción de 2x1 si vuelves antes de quince
días.
Aquí
no acaba la cosa. Con solo buscar un poquito se puede encontrar salas que hacen
precios especiales en la primera sesión, a los mayores de 65 años, que ofrecen
paquetes de diez entradas por 65 € e incluso hay sitios que proponen abonos
anuales.
Así
las cosas, con un poco de planificación una entrada de cine puede costar
realmente una media de cinco o seis euros. Un precio realmente asequible si
tenemos en cuenta que apenas han subido los precios en los últimos meses, pese
a las subidas de los impuestos eléctricos para las empresas u otros gastos que
han afectado a los exhibidores pero no al precio final del boleto.
Y
eso sin tener en cuenta de cada poco tiempo (la próxima es el 11, 12 y 13 de
mayo) se celebra la Fiesta del Cine, en la que el precio de cada entrada es de
2,90 €.
Así
que no, no me trago eso de que el cine es caro. Otra cosa es que a uno no le
guste el cine, y por lo tanto, cualquier cosa le pueda parecer caro. Y es que
cada uno tiene sus gustos y nadie es quién para criticarlo, pero ello no
justifica el pirateo desmedido o la pataleta de indignación que tan de moda
está últimamente.
Y
es que, además, hemos de tener en cuenta que el cine es un espectáculo que te
garantiza una serie de comodidades (asientos, sonido, calidad de imagen) y al
que, con un poquito de información (y eso hoy en día, con Internet, es pan
comido) podemos casi (y resalto el casi) la certeza de que nos va a hacer
disfrutar durante un periodo de tiempo que conocemos de antemano.
Entre
cinco y seis euros, hemos quedado, ¿no? ¿Qué se puede hacer con cinco o seis
euros? Poca cosa, la verdad.
Una
copa en cualquier bar de moda ya nos va a costas eso como mínimo. Cualquier
chiringuito de playa nos los pueden cobrar por un mojito que apenas nos
refrescará durante unos minutos. Con lo que cuestan dos entradas de cine (doce
euros) podemos disfrutar de apenas diez minutos dando vueltas en unos karts, o
jugar una partida de bolos siempre y cuando no sea un festivo. Ir al teatro
puede oscilar (pongamos por ejemplo Romeo y Julieta en el Teatro Real) entre
los diez euros la peor localidad y los 381 la mejor. Y nadie nos puede
garantizar que los actores tengan su mejor actuación. Y eso por no hablar del
futbol, cuyas entradas van desde los 30 o 40 euros para ver al Barcelona o al
Madrid contra un equipo de bajo nivel hasta los 275 euros que puede costar una
localidad en taquilla para la final de la Copa del Rey. Y para que encima
pierda tu equipo. ¿Y cómo comparar los cinco o seis euros de una entrada de
cine con los cincuenta de un concierto de rock cualquiera o los doscientos de
media que se puede pagar por ver a Lady Gaga.
Definitivamente,
el cine no es caro. Pero muchos dicen que sí lo es, Los mismos que se quejarían
si costase cuatro euros. O dos. O cincuenta céntimos. Porque lo gratis siempre
mola más. ¿No?
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