sábado, 6 de octubre de 2018

EL REINO

Que Dios nos perdone fue uno de los thrillers más efectivos de hace un par de años. Ahora, Rodrigo Sorogoyen y Antonio de la Torre, director y protagonista de aquella, vuelven a reunirse en El reino, un nuevo thriller pero cambiando la intriga policíaca por la intriga política.
El reino no está inspirada en ningún caso real. ¿O sí? Teniendo sumo cuidado de no señalar a un lado o a otro, o mejor, señalando a ambos a la vez, El Reino puede tener como referencia a cualquiera de los últimos escándalos políticos que han azotado a este país.
Con una brillantez absoluta, De la Torre se mete en la piel de un político de éxito, de esos que se codean con las altas esferas, que les ríe las gracias y que tiene pie y medio en las alturas. Hasta que todo salta por los aires. Se destapa un caso de corrupción y pasa de héroe a villano de la noche a la mañana. Sus antaño amigos lo quieren llevar al matadero y es convertido en la cabeza de turco perfecta. Pero él está dispuesto a tirar de la manta si es necesario para salvar su propio pellejo.
La moraleja de la película está clara: nadie está limpio. Sorogoyen no pretende posicionarse políticamente, sino reflejar una realidad tan despreciable como preocupante, y aunque no sea la primera vez que este tema se trata en el cine español si es esta una de las ocasiones en que se hace con mayor eficacia.
El reino no es una simple película de denuncia. Es un retrato de como funcionan las cosas detrás de los despachos y es, también, una historia de intriga donde su elemento más ficcionado (esperemos), que incluye asesinatos y desapariciones, sirve para mantener la tensión y ayudar a empatizar al público con el personaje de De la Torre. Y es que esto es cine, y para que una película funcione necesitamos un protagonista junto al que sufrir.
Esto no significa, sin embargo, que haya un capítulo de redención para el político en cuestión. Eso del perdón corresponde, como rezaba su anterior película, a Dios. Aquí es la justicia la que debe hablar (si es que se puede creer en ella, que tampoco mucho), y por eso pensar que Manuel López-Vidal, que es como se llama el tipejo en cuestión, no es el gran villano del film sino uno más del rebaño tampoco es un gran consuelo. Así, Sorogoyen lo humaniza, recordándonos que es también padre y esposo, pero eso solo sirve para hacernos bajar las defensas. El mal sigue siendo el mal, y ahí está el personaje de Bárbara Lennie, tan fabulosa como es habitual en ella, para recordárnoslo. Pensando en ello, quizá la única lástima sea pensar que no hay demasiados periodistas como ella en la vida real.
El reino es, en fin, una magnifica película que si bien no nos explica nada que no sepamos sí nos muestra los entresijos de esa realidad con solvencia y eficacia, logrando el gran mérito de destripar asuntos políticos sin caer en ningún momento en el aburrimiento y propiciando una magnífica interpretación de Antonio De la Torre, que se supera película a película.

Valoración: Ocho sobre diez.

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