La saga de Michael Myers es una de las más prolíficas del cine de terror, así como de las más complicadas. Hay hasta once películas formando la franquicia de Halloween, incluyendo el reboot y su secuela de la mano de Rob Zombie. Lo curioso del caso es que, centrándonos en las nueve restantes, hay tantas contradicciones y reinvenciones que se podría decir que se pueden formar tres universos paralelos de ellas.
Vamos a complicar un poco más las cosas: las dos primeras secuelas son totalmente oficiales, estando incluso el propio John Carpenter, director y guionista de la película original, tras ellas. Sin embargo, pese a que a medida que progresaba la saga la biografía del asesino de la máscara blanca variaba hasta suponer que ya no hay una continuidad real con las primeras, la presencia de Jamie Lee Curtis, la protagonista de la cinta original de 1978, en H20 y Halloween: Resurrección (séptima y octava entregas, respectivamente), dotan también de cierta oficialidad a esta nueva línea temporal. Finalmente, la película que ahora se estrena hace un borrón y cuenta nueva y pretende ser una secuela directa de la primera Halloween, con lo que vendría a ser una especie de Halloween 2, como si las siete restantes no hubiesen existido nunca. Eso sí, con Jamie Lee Curtis de nuevo como protagonista. ¿Ha quedado claro? Continuemos, pues.
Bendecida por el propio Carpenter, La noche de Halloween está dirigida por David Gordon Green, especialista en comedias como Superfumados, El Canguro o la espantosa Caballeros, princesas y otras bestias, reciclado últimamente en la televisión y en películas bastente menores como aquella Joe con Nicholas Cage. La acción se sitúa cuarenta años después de la película original y describe como Myers ha permanecido recluido en un psiquiátrico hasta que un traslado le da la oportunidad de fugarse y regresar a su Haddonfield natal a proseguir su matanza. Allí le estará, sin embargo, una madura Laurie Strode, superviviente de su matanza de hace cuatro décadas, que obsesionada con aquella fatídica noche ansía una oportunidad de venganza.
Durante gran parte de la película, la trama oscila alrededor de un enfrentamiento que promete ser épico, en el que el cazador pasa a ser presa. Convertir al personaje de Curtis de una final girl a una superviviente al más puro estilo de la Sarah Connor de Terminator 2 (adiestramiento e incomprensión familiar incluido), aunque un guion torpe y finalmente tópico termina condenando a la película hacia un cúmulo de situaciones demasiado previsibles y que fracasan en su intento de distanciarse del slasher habitual. Sin embargo, hay que agradecer a Gordon y a Danny McBride (coguionista de un nivel similar al de su compañero) que hayan buscado rendir tributo constantemente al film de culto de Carpenter, de manera que al menos muchas de las situaciones que se me antojan tópicas pueden disfrutarse al menos con una sonrisa si tenemos en nuestro recuerdo su variante original. Además, sin que haya nada de humor como tal en el film, sí hay un nivel de salvajismo gore suficiente como para que la película sea un disfrute festivalero, una de esas películas que en Sitges debieron provocar aplausos y carcajadas por igual y que, al menos, la convierten en un producto altamente recomendable para una noche como la de Halloween, muy por encima de mamarrachadas como la de Pesadillas 2: noche de Halloween.
Michael Myers sigue dando miedo, despojado aquí de los poderes sobrenaturales que fue ganando a medida que la saga original avanzaba, y Jamie Lee Curtis da la talla como la torturada y desquiciada Laurie que ha de luchar con sus propios fantasmas antes de enfrentarse al verdadero mal.
Así, sin ser la maravilla que se nos prometía, La noche de Halloween es, posiblemente, la mejor secuela de la saga, un tributo muy encomiable al film de Carpenter (tan insuperable como ligeramente añejo visto con ojos actuales) y un disfrute para aficionados al género que no pretendan analizar demasiado ciertos giros de guion sencillamente irrisorios.
Valoración: Seis sobre diez.
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