sábado, 20 de octubre de 2018

PETRA

En Petra, Bárbara Lennie interpreta a una pintora que decide hospedarse en una casa de campo para realizar una especie de taller con un afamado artista local, pero en realidad lo que busca es averiguar su propia identidad, perseguir una verdad que se le niega de toda la vida. Ese es el arranque de una película aparentemente tranquila y reposada, en la que los actores apenas alzan la voz y la cámara se desliza con suavidad por los paisajes de la película.
Sin embargo, la película es en realidad como un remolino acechando en las profundidades de un río aparentemente en calma. Es un intenso drama familiar cargado de secretos y mentiras, con un tono de folletín que la pueden hermanar con Todos lo saben en cuanto a su trasfondo, pero totalmente opuesta a ella en cuanto a sus formas.
Se habla mucho de lo importante que es que una película tenga un arranque que enganche al espectador, y Petra lo hace con una genialidad asombrosa: divide la trama en siete capítulos numerados y empieza directamente por el segundo. Truco suficiente para desconcertar al espectador y mantenerlo alerta durante todo el metraje.
Jaime Rosales es un director complicado que firma aquí su obra más accesible. Sin renunciar a sus señas de identidad, propone un tríptico familiar impecable, con una colección de personajes de emociones a flor de piel pero con una gran contención. Para ello, consigue reunir a un grupo de grandes actores, como Marisa Paredes, Alex Brendemühl u Oriol Pla, aunque quien se lleva la palma es Joan Botey, quien a sus 77 años debuta aquí en el cine componiendo a un villano antológico, un marionetista que consigue mover los hilos de todos los personajes desde las sombras disfrazado de un artista que, tal y como él mismo reconoce, no tiene más interés que el dinero que le proporciona. Sin necesidad de histrionismos ni efectismos baratos, logra helar la sangre del espectadores de su primera aparición, una conversación postcoital aparentemente cotidiana y que sirve para sentar las bases de lo que es y lo que puede llegar a hacer.
De hecho, el uso de la fragmentación en capítulos define las intenciones de Rosales de fijarse más en los personajes que en la historia, ya que cada uno de los títulos con los que va decorando los episodios podrían considerarse pequeños spoilers de lo que va a suceder a continuación. Poco importa. Todo recurso vale si se consigue remover de esta manera os sentimientos del espectador, aunando la tragedia familiar con el arte y consiguiendo que su historia plagada de muertes y traiciones sea sórdida a la par que reposada y poética.

Valoración: Siete sobre diez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario