Cold War significa Guerra Fría, y aunque la película no esté ambientada en la época en la que los Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaban prácticamente en todo, ya sea en la Carrera Espacial, en la nuclear o en la deportiva, sino en los años cincuenta, el concepto sirve como excelente metáfora de lo que es la historia de amor entre los dos protagonistas, el compositor musical Viktor y la artista Zula.
De entrada, Cold War es una película complicada para el espectador medio. No en vano se trata de un film polaco, filmado en blanco y negro, en formato 4:3 y que arranca con numerosos temas musicales del folclore local. Sin embargo, poco a poco, la historia de un amor de ida y vuelta, que por momentos roza lo enfermizo, se va apoderando del espectador, que se convierte en cómplice involuntario de una trama que se alarga en el tiempo durante dos décadas, utilizando la música como narrador de la misma (la música popular polaca deja paso al jazz, aunque se empiezan a ver los primeros pasos del rock’n’roll).
Aunque el argumento podría llevar a pensar en una nueva (y diferente) versión de Ha nacido una estrella, pronto comprobamos que, puestos a buscar un referente americano para reconocerla, Cuando Harry encontró a Sally estaría más cerca de su concepto base, si eliminamos el tono de comedia y lo sustituimos por un aroma trágico que nace con las penurias de la postguerra y se apodera de los protagonistas hasta su contundente (y dolorosamente poético) final.
Mención aparte merece el tratamiento de la fotografía, que con ese blanco y negro tan intenso y luminoso consigue que algunos planos posean una fuerza y una belleza desgarradora, ayudando así a integrarse en una historia que, desnuda de tanto adorno visual, resultaría casi el retrato de una obsesión. El amor, en este caso, es más un elemento de angustia que romántico, y el destino que parece empeñado en unir los caminos de los dos amantes cada vez que se distancian parece más un bromista cruel que un lazo de unión.
Cuesta entrar en ella, pero cuando se consigue, lo difícil es salir sin sentirse embriagado por su poderío.
Valoración: Siete sobre diez.
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