miércoles, 17 de octubre de 2018

Sitges 2018: GHOSTLAND

Se cerró la maratón, y por tanto la 51 edición del festival de Sitges, con Ghostland, una película de terror con un toque clásico y que entre tanta película reflexiva, humor alucinógeno y acción oriental supone un regreso a las raíces del festival, en su vertiente más terrorífica y sangrienta.
Ghostland cuenta la historia de una madre y sus dos hijas que se trasladan a una casa en las afueras de un pueblo donde son atacadas por un enfermizo psicópata obsesionado con las muñecas. Años después, el trágico suceso continuará dominando sus mentes y sus miedos.
Así pues, Ghostland se incluye dentro del subgénero de las home invasión, pudiendo no aportar nada realmente novedoso al género más que una cuidada puesta en escena y un ambiente sórdido y algo más gore de lo habitual. Sin embargo, cierto giro de guion ofrece un toque de originalidad y la acercan al homenaje de la literatura de terror, aquí personificada en el amor del autor (y por extensión de una de las protagonistas) por Lovecraft pero que, viendo la cotidianidad del terror que propone el film, estaría más cercano a Stephen King que a los monstruos lovecraftianos.
Podría ser que el espectador, más alejado del mundo literario, aquel consumidor de palomitas que solo aspire a pegar unos cuantos botes en su butaca al ritmo de los sustos repentinos, sienta una ligera decepción ante una historia que podría resultarle demasiado tramposa y poco verosímil, pero a diferencia de otras películas que utilizan el mismo truco de guion (y que no voy a nombrar por no hacer un spoiler, pero que una vez vista vienen enseguida a la cabeza) tienen un velo completamente real y que cualquier aspirante a escritor podrá reconocer con una sonrisa en los labios.
De manera que Ghostland funciona de manera bastante efectiva como película de terror con drama familiar por medio e icónico villano incluido, pero es además un buen homenaje a los clásicos literarios de terror al que solo se le puede achacar que no hubiese mantenido ese juego literario hasta sus últimas consecuencias.
Además, las jóvenes protagonistas rayan a muy buen nivel, y el director Pascal Laugier, que ya sabe lo que es ganar un premio en Sitges gracias a Martyrs, logra mantener la intriga con muy buen pulso, consiguiendo asustar sin abusar más de la cuenta de los jumpscares de turno.

Valoración: Siete sobre diez.


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