sábado, 6 de octubre de 2018

UN PEQUEÑO FAVOR

Un pequeño favor es una de esas películas que no se esperan hasta que se estrena casi de tapadillo y luego resulta que gusta a todo el mundo. No ha sido como para considerarla un sleeper, un éxito sorpresa, pero sí que ha recibido muy buenas críticas y ha cosechado aplausos por donde se ha estrenado.
Y sin embargo, yo nunca logré entrar en el juego que la película me proponía.
Protagonizada por Anna Kendrick y Blake Lively, el principal mérito del film es lograr que dos actrices tan diferentes (y que interpretan a dos personajes tan diferentes, por cierto) tengan tanta química y consigan que la relación entre las protagonistas resulte verosímil. En cambio, creo que Paul Feig no acierta en encontrar el tono adecuado de la película, un film que aparenta ser una comedia simplona para terminar desembocando en na versión descafeinada de la Perdida de David Fincher. Feig es un gran director de mujeres, como ha demostrado en sus títulos más exitosos (La boda de mi mejor amiga, Cuerpos especiales, Espías y Cazafantasmas), pero siempre con el humor más loco y disparatado de su lado, algo que no se encuentra en Un pequeño favor, que sí tiene un aura de humor negro gran parte del metraje pero que no llega a arrancar como comedia. Pero, a su vez, carece del malrollismo que había en la referida obra maestra que Ben Affleck y Rosamund Pike protagonizaron hace ya cuatro años.
La cosa va de una adorable pero empalagosa madre todoterreno que se hace amiga de una pija estirada que un día le pide un pequeño favor: que recoja a su hijo al salir del colegio. El problema es que la estirada desaparece y la madraza empezará a tirar del hilo de un misterio demasiado grande para ella sola. Un planteamiento interesante que, con la conjugación de elementos mencionada, no tendría porqué no funcionar. Sin embargo, y quizá por culpa de su excesiva duración (dos horas), hay todo un tramo intermedio que me desconectó por completo de la película, todo un proceso de investigación y revelaciones que me introdujo de lleno en el mundo de los telefilmes de sobremesa y me provocaron el bostezo constante. Luego la cosa remonta pero, como suele suceder muchas veces, ya fue demasiado tarde para mí. Había perdido el interés en la trama y todo me importaba ya más bien poco.
Una lástima, porque lo cierto es que las actrices funcionan perfectamente bien y la cosa podría haber dado para más, pero, al menos en mi caso, la cosa no termina de arrancar, no pasando de ser un entretenimiento aceptable pero demasiado inconsistente.

Valoración: cinco sobre diez.

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