Cuando parecía que la cosa ya no podía ponerse más extraña llega David Robert Mitchell y su Under the Silver Lake. A primera vista, esta película podría ser una comedia de intriga convencional ambientada en el lujo de alquiler del Los Angeles más exclusivo, con los eternos don nadies aspirantes a actores entremezclándose con la elitista realeza en sus fiestas privadas de excesos y secretos.
Todo parece estar interconectado a los ojos de Sam (genial Andrew Garfield que incluso se permite el lujo de autopariodarse a sí mismo y a su fallida encarnación de Spiderman), que tras obsesionarse con la repentina desaparición de su preciosa vecina, a la que acababa de conocer, se convence de que toda la ciudad está plagada de mensajes ocultos, pistas conspiranoides que lo embargan de una paranoia propia del personaje de Mel Gibson en la película de Richard Donner llamada, precisamente, Conspiración.
Pese a que nos encontramos en terreno conocido y nos sentimos casi como en casa acompañando a Sam en sus andanzas por los caserones de Hollywood y coqueteando con supermodelos de saldo, con un aroma que recuerda en algo al de Dos buenos tipos, de Shane Black, aunque también hay algo del Mulholland Drive de David Lynch o del Puro Vicio de Paul Thomas Anderson. De hecho, si nos ponemos a buscar, la película está cargada de referencias hasta límites infinitos, algunas muy evidentes (Hitchcoock el primero, of course), otras más sutiles, y algunas, incluso, propias, como la que hace Michell a su primera película, El mito de la adolescencia.
La película dibuja a Los Angeles como una especie de telaraña en la que todo está enlazado, así como los misterios que se van planteando. De hecho, durante buena parte del film, uno no puede dejar de pensar en el “efecto Lost”. ¿Recordáis que una de las quejas hacia la mítica serie era que con cada temporada se iban añadiendo nuevos misterios y parecía evidente que iba a ser imposible resolverlos todos en la última? Pues algo parecido pasa con Under the Silver Lake. Un asesino de perros, una aparición espectral, el secuestro de un millonario... A cada nuevo paso que da el protagonista se encuentra con una nueva pregunta en su camino y va a resultar imposible que todas tengan respuestas. En este sentido, quizá el director abusa un poco del recurso de “que cada espectador saque sus propias conclusiones”, y aunque es bueno que no te lo den todo mascado y alguno de los misterios se pueden adivinar más que verlos resueltos en pantalla, hay algunas preguntas sin contestar que pueden llegar a enojar un poco. O quizá todo es cuestión de volver a ver la película otra vez y estar más atento a las pistas ocultas.
De regalo, el director de It follows vuelve a sacarse de la mano un personaje espectral, un tal “beso de buho” que aunque tiene un tono muy loco en medio de esta comedia negra no quedaría nada mal si se diera un paseo por el Warrenverso. Yo compraba.
En fin, un estupendo y estimulante rompecabezas, divertido y loco, referencial de la cultura pop y la confirmación de que habrá que tener muy en cuenta los siguientes pasos de David Robert Mitchell.
Valoración: Siete sobre diez.
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