Sin
duda, lo que todo el mundo va a destacar de esta película es el retorno de
Nicolas Cage al cine de calidad.
Después
de mucho (demasiado) tiempo deambulando por producciones ínfimas y proyectos
que aceptaba sin leer sólo buscando pagar sus deudas (de ahí mamarrachadas como
las dos partes de El Motorista Fantasma,
Aprendiz de brujo, Teniente corrupto y otras cosas que
prefiero olvidar, Cage recupera sus credenciales como actor y recurre a un
personaje atormentado, un perdedor con problemas de alcohol y agresividad pero
que, a la vez, es más bueno que el pan. Un paria maltratado por la sociedad y
por él mismo que ha perdido las fuerzas de luchar por su propia salvación
aunque no duda en dar la cara por la salvación de los demás.
Cage
es el rostro perfecto de este antihéroe, con una interpretación comedida,
evitando los excesos a los que es tan dado (baste recordar la reciente Tokarev) y en la que resulta convincente
y hasta emotivo, rememorando la época de Living
Las Vegas.
Pero
más allá de esta obviedad que, como digo, es lo único que todo el mundo de la crítica
especializada parece querer reseñar, es sorprendente también la labor del
director, David Gordon Green que, si bien es cierto que ya había tocado antes
el drama con George Washington, Undertown o Snow angels, lo cierto es que ha saltado a la fama con títulos como
Superfumados, El Canguro o la espantosa Caballeros,
princesas y otras bestias. Gordon se reconcilia aquí consigo mismo y con el
mundo con un drama duro, desagradable incluso, que no se permite concesiones y
que golpea con salvaje crueldad al corazón.
Joe
es un solitario capataz que se dedica al envenenamiento de árboles viejos para
provocar su muerte y así poder replantar la zona cuya vida fuera del trabajo se
limita a disfrutar de un paquete de tabaco, su botella de whiskie y la compañía
de su perra. Con un pasado del que
apenas sabemos nada (ni falta que nos hace) más que tiene una larga lista de
detenciones y una familia a la que ha renunciado, su vida cambiará con la
aparición de Gary un muchacho vagabundo alegre y lleno de vida (prácticamente
el reverso de Joe) con el que este se sentirá conectado hasta el punto de crear
con él un vínculo casi de padre e hijo, pese a que Gary tenga su propio padre,
un borracho y psicótico maltratador.
Es
en Gary y su padre donde la película apuesta más fuerte, con Tye Sheridan
(visto en El árbol de la vida y Mud) demostrando que puede ser una importante
apuesta de futuro.
Comparada
por muchos, precisamente, con Mud, Joe es un retrato sucio y nada amigable
de la América profunda, esa América de pueblos polvorientos y sucios, con
colmados caóticos y andrajosos y personajes perdidos pululando por sus calles.
Una visión desangelada y desprovista del glamour con la que Hollywood
acostumbra a disfrazar a sus ciudades y con escenas que revuelven el estómago e
incomodan por su crudeza, pero que a la
vez invitan a la reflexión, invitándonos a pensar que aún hay esperanza siempre
que estemos dispuestos a luchar por ella como al final decide luchar Joe.
Y
como si de una dramática metáfora se tratase, David Gordon Green apostó por
incluir en el reparto a actores no profesionales, descubriendo así a Gary Poulter,
el padre de Gary, con una interpretación magistral que resulta ser un mero
reflejo de su propia vida. Rescatado de un centro de acogida por la productora
del film Poulter, alcohólico y bipolar, fue encontrado muerto en un rio poco
después de finalizar el rodaje. Se fue como llegó, tal y como podría suceder
con cualquiera de los protagonistas de Joe.
Dura
y amarga, pero también emotiva y brillante, Joe
es magnífica en su concepción y difícil de olvidar tras los títulos de crédito.
Por
cierto, ¿he mencionado ya que supone el retorno de Nicolas Cage a las buenas
interpretaciones
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