Impulsada por la poderosa maquinaria de Mediaset (e ignorando en la campaña publicitaria que Netflix también está por medio, no sea que a alguien se le ocurra esperar a que se estrene en la plataforma), Malnazidos se ha convertido en el último gran éxito del cine español, pese a llevar dos años esperando turno para ser estrenada por culpa de la pandemia.
Aunque
los detractores más rancios de nuestro cine podrían quejarse ante «otra
película española sobre la guerra civil», la potente campaña publicitaria la ha
convertido en una película para todo tipo de público, que la describen como
sorprendente y original. Nada más lejos de la realidad. Malnazidos es un festival friki que, adaptando la novela de Manuel
Martín Ferreras, Noche de difuntos del 38,
propone una mezcla loca y desmadrada de cine bélico, acción, comedia y terror,
juntando zombis con nazis y homenajeando directamente a Romero (frases
textuales incluidas) y Carpenter (de quien incluso toma prestado un tema
musical.
No
es, por tanto, una película demasiado novedosa, y el recuerdo de Overlord está ahí, de manera que sigue a
pies juntillas todos los tropos propios del género Z. ¿Estoy, por ello, criticando
a la película? Ni mucho menos. Solo pretendo hacer un aviso para navegantes y
constatar que, se diga lo que se diga, esta es una película de zombis pura y
dura y va a gustar, principalmente, a los amantes de las películas de zombis.
Dejando
claro esto, hay que reconocerle sus valores, que son muchos, algo ya no tan
habitual en el género. Dirigida a cuatro manos por Alberto del Toro y Javier
Ruíz Caldera (que se saca así la espinita de la fallida SuperLópez), Malnazidos
tiene un ritmo intachable, alternando con mucha naturalidad el humor con la
acción y dejando varias secuencias para el recuerdo. Puede que el argumento en
sí no sea nada del otro mundo, así como su resolución, pero eso es lo de menos
pues apoyándose también en un gran elenco de actores, entre los que destaca un
gran Miki Esparbé a los que le sigue muy de cerca Aura Garrido y Luis Calleja,
la película resulta ser un entretenimiento con mayúsculas, un divertimento muy
macabro que, además, acierta en ser todo lo truculenta que debe ser sin abusar
por ello del gore, resultando así más accesible de lo habitual pero sin caer en
la ñoñería de Guerra Mundial Z, por
ejemplo (muy acertado el recurso de las salpicaduras de sangre en los
tiroteos).
En
resumen, que estamos ante una película de zombis de manual, sí, pero una
película muy bien hecha, a la que se le ha puesto mucho cariño y suficiente
libertad para ser una obra con identidad propia a la altura de Rec Génesis, la última gran obra Z de
nuestro país, jugueteando además con la posibilidad de hacer un discurso leve
pero nada maniqueo de lo absurdo de la guerra y lo doloroso, a la par que
ridículo, de enfrentarse entre hermanos, algo que no nos cansamos de repetir a
lo largo de la historia, tal y como el señor Putin nos acaba de recordar.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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