Hacía tiempo que no sabíamos nada de Adrian Lyne, el director que tocó el cielo con Nueve semanas y media pero que tiene clásicos como Flashdance, Atracción fatal, Una proposición indecente o Lolita. Concretamente veinte años han pasado desde su último trabajo, Infiel, y tras ver (o mejor dicho, soportar) Aguas profundas, pocos me parecen…
No
sé si este trabajo sea el capricho de un señor que se aburre en su jubilación o
cuál ha sido la cadena de sucesos que ha provocado tan soporífero proyecto,
pero poco hay que salvar de esta película, más allá que el tono sombrío de Ben
Affleck y la ambigua relación matrimonial con Ana de Armas invitan a revisionar
la magnífica Perdida, de David
Fincher, a la que por un momento parece quererse parecer pero no llega ni a la
altura del betún (¿es cosa mía o estoy viendo muchas referencias a Fincher últimamente?).
El
caso es que sin haber leído la novela de Patricia Highsmith (autora de Extraños en un tren, Carol o, sobretodo, El talento de Mr. Ripley), no hay nada en el argumento de Aguas profundas que me parezca
estimulante, agradeciendo, por una vez, que no haya pasado por cines y así
habernos ahorrado el precio de la entrada.
Con
una escena subidita de tono entre Affleck y De Armas, el currículo de Lyne y el
comentado aunque breve romance real de sus protagonistas, toda la promoción parecía
centrarse en las escenas de sexo del film, que ni están ni se las espera. Hay,
en su atmósfera, elementos para un buen thriller, pero nadie de sus
responsables ha sabido elegir bien como para llevarlos a buen puerto,
resultando todo una continuación de escenas deshilachadas, plomizas y con
personajes desdibujados. Puede que se pretendiese hacer una lección sobre la
toxicidad masculina o el amor obsesivo, pero de ser así, no se consigue en
absoluto, llegando a un desenlace en la que el espectador está ya agotado de
que le tomen el pelo con situaciones incomprensibles y decisiones muy dudosas
por parte de los protagonistas que provocan que el final, por mal explicado que
esté, sea de agradecer.
En
resumen, tan mala como se presagiaba. Un paso atrás en la impecable trayectoria
que Ana de Armas estaba teniendo en Hollywood y quizá el motivo por el que Ben
Affleck ha decidido centrarse más en papeles segundarios que en seguir como
protagonista.
Valoración:
Tres sobre diez.
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