martes, 29 de marzo de 2022

Artículo: EL OSCAR DE MUHAMMAD ALI

Mucha pereza me daba esta edición de los Oscar. Incluso me planteé no ver siquiera la gala. Puede que mi reciente paternidad influyera en ello (las noches ya no son iguales, amigos), pero creo que lo que pesó más es que de las películas nominadas hay una parte de ellas que no he podido ver aún (caso de Coda, El método Williams, Tik tik boom! o Spencer) y otra parte que, perdonadme, ni sabía de su existencia (como La hija oscura, Drive my car o Los ojos de Tammy Faye). Sin embargo, al final me pudo la curiosidad y, aunque sin las palomitas y la parafernalia de otros años (la vi desde la cama, lo confieso), terminé por seguir la gala hasta unas dolorosas seis de la mañana.

Tampoco voy a recrearme mucho con mi comentario, pues más allá de que sigamos estando en una época extraña (no tanto como el año pasado, pero casi), lo cierto es que hace tiempo que perdí la fe en unos premios que han dejado de lado la calidad para centrarse en una especie de gafapastismo de cuatro duros de la que solo se habría salvado si, como en la época gloriosa en la que se reconocía la tremenda labor que supuso llevar a cabo proezas como Titanic o El Señor de los Anillos, Dune hubiera arrasado. Y aunque fue la triunfadora a nivel numérico, todas sus estatuillas fueron de carácter técnico, algo que, con el boicot insistente a Marvel (se inventan eso de película más popular y Ejército de los muertos triunfa sobre Spiderman: no way home, que queda en cuarta posición por debajo de Cenicienta y (¿me puedo reir ya?) El fotógrafo de Minamata).

El caso es que ganó Coda, que aunque no he visto me satisface profundamente ya que El poder del perro me pareció un peñazo increíble. Como increíble me parece el Oscar a su directora, que hace un buen trabajo visual pero nada comparado con esa segunda juventud que demuestra Spielberg y la magia que desprende cada una de las escenas de su West side Story. No entiendo que lo que más se valore de la película de Campion sea su mentase contra la toxicidad masculina pero se la ignore precisamente en el apartado del guion.

Como decía, ganó Coda, lo que me da pie a volver a arremeter contra los pesados que critican el cine de verdad (es decir, el que va a ver la gente a los cines, ya sea Marvel, Fast&Furious o lo que tercie en cada momento) con la cantinela de que todo son franquicias, ya sea en forma de secuela, remake, reboot… Pues para que quede bien claro, tampoco Coda tiene nada de original, ya que es una secuela de la película francesa La familia Bélier, que por cierto, si me ha de servir como referencia para ver la peli de Sian Heder (o la mujer que con el mejor guion del año hace la mejor película del año pero no merece ser siquiera nominada como director), mejor me lo ahorro. Ni de independiente, ya puestos, que al fin y al cabo la ha pagado Apple.

Por quedarme con lo bueno, me quedo con el Oscar para mi adorado Kenneth Branagh por Belfast y con el toque español de El Limpiaparabrisas, aunque me hubiera hecho ilusión que Bardem, Cruz o Iglesias hubiesen rascado algo también.

Pero todo esto no importa, ya que desbancando a la pifia histórica de La la land y Moonlight, esta ceremonia no será recordada ni por excluir del directo a muchos de sus premios ni por la gracia que pudieran o no tener sus tres presentadoras. Esta ha sido la gala, para bien o para mal, de Will Smith, ese actorcillo que molaba cuando era cómico y que me aburre desde que se volvió llorón (debe ser por eso de haber sido llamado por Dios para amar y proteger –a su manera, claro- a las personas), que decidió que es mejor gastar bromas que recibirlas y que cuando Chris Rock se burló (muy desafortunadamente, eso sí) de su esposa, decidió que lo del justiciero americano le pegaba mucho y que, ya que le iba a robar el Oscar a Benedict Cumberbastch, mostrar la mejor cara de la masculinidad tóxica y agredir física y verbalmente al payasito de turno, rematándolo con un discurso de agradecimiento tras el premio (que deberían retirarle) victimista en el que solo le faltó pedir el voto para Vox.

En fin, que al final la gala fue histórica y consiguió lo que no se había logrado desde hace años: ser el tema de conversación del todo el mundo al día siguiente. Por unos minutos, la guerra en Ucrania, la crisis de los transportistas y las subidas de precios fueron secundarias. Quizá solo por eso ya merezca el señor Smith nuestro agradecimiento.

De Coda, como de Moonlight, Normadland y otras, nadie se acordará en unos meses. Lo de Smith y Rock pasará a la historia.

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