Apadrinado por el mismísimo Sam Raimi, Fede Alvarez parece querer ser el nuevo adalid del cine de terror, género del que tan solo se ha desviado en su interesante Millennium: Lo que no te mata te hace másfuerte. Tras debutar como director y escritor en el remake de Posesión Infernal y repetir en la muy apreciable No respires, su carrera como director parece haberse tomado un descanso en el mundillo televisivo mientras, como guionista, firmó parte del libreto de la secuela de No respires que dejó en manos de Rodo Sayagues.
Ahora,
su último capricho junto al propio Sagales, ha sido levantar el proyecto de La matanza de Texas, que pese a repetir
título es, en realidad, una secuela directa del clásico de Tobe Hooper de 1974,
en un ejercicio muy similar al realizado por David Gordon Green en 2018 con La noche de Halloween.
Con
David Blue Garcia en la silla de director y Netflix
auspiciando el proyecto, La matanza de
Texas se olvida de todas las secuelas y remakes anteriores y retoma la
historia tal y como quedó en el 74, con Sally Hardesty como única superviviente
de Leatherface y residiendo todavía en el lugar de los hechos de la masacre
narrada por Hooper. Han pasado cincuenta años sin saberse nada del destino de
Leatherface, pero la llegada al pueblo de Harlow de un grupo de jóvenes
emprendedores que han comprado la mayoría de las casas para venderlas en
subasta con el fin de crear una zona de moda en medio de Texas despierta a la
bestia.
Si
bien La matanza de Texas original es recordada por sus escenas de fuerte
impacto, lo cierto es que con tenía mucho menos gore de lo que la memoria de la
mayoría cree, si bien sí había un fuerte discurso político bien camuflado entre
tanta sangre y violencia. En esta continuación pasa justo lo contrario: la
vistosidad de las muertes cobra más protagonismo que nunca y si se quiere
buscar segundas lecturas hay que hacer un esfuerzo notable (y teniendo el
peligro de caer en el discurso social más ridículo posible), ya que estamos principalmente
ante mucha paja manchada de sangre.
En
realidad, no hay nada creativo en el invento de secuela tardía con la que nos
quieren vender esto, sino un lío de derechos que impidió que todos los intentos
de reinicios siguieran adelante, pasando la saga de unas manos a otras y
contando con cuatro líneas cronológicas oficiales, un caos que no deja de ser
una colección de carnaza para un Leatheface que se convirtió en un icono de los
slasher clásicos, a la altura de
Freddy Krueger, Jason Voorhes o Michael Myers, gracias a su máscara hecha con
piel humana y su eterna motosierra.
Poco
más añade esta película a la mitología, dotando al asesino de una fuerza casi
sobrehumana que lo acerca más a un ser sobrenatural que al demente que era en
su origen, donde la duración del metraje y su contundencia impiden que se caiga
en el aburrimiento pero sin que se encuentra nada novedoso que justifique la
existencia de esta nueva rama de la franquicia.
En
fin, más sangre, más adolescentes como carnaza y más desmembramientos gratuitos
para fans del gore pero sin ningún interés específico para el resto de los
mortales.
Valoración:
Cinco sobre diez.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar