Dentro de los muchos géneros cinematográficos que existen, hay un puñado concreto a los que Netflix ha mimado especialmente, como las comedias románticas, las películas navideñas, el género zombi… y, desde el brutal éxito de A ciegas, la aventura post apocalíptica, como demuestran títulos como Cargo, Love & monsters, El final de todo o series como Snowpiercer.
En
Cangrejo negro, la situación
apocalíptica viene dada por un conflicto bélico, lo cual le da un carácter más
aterrador si cabe por la situación real que estamos viviendo actualmente entre
Ucrania y Rusia. No se molesta la película de Adam Berg en dar muchos detalles
alrededor del conflicto, ni tampoco es demasiado necesario. Al fin y al cabo,
los huecos en la historia que se nos presentan son los mismos que termina por
tener el ciudadano de a pie cuando algo así llega a suceder. No deja de ser
significativo que al bando contrario se le denomine, escuetamente, «el
enemigo», invitando a reflexionar sobre quienes pueden ser, en el fondo, los
malos de la película.
En
esas se encuentra Caroline, una soldado forzosa cuya desaparición de su hija
motiva sus acciones. Cuando ella y otros cuatro soldados más son enviados a una
misión casi suicida pero que puede suponer el final de la guerra, la esperanza
de reunirse con la niña (que parece ser se encuentra en un campo de refugiados
en el lugar de destino de la misión) es lo que va a hacerle sacar fuerzas de la
nada para tratar de acometer la orden.
Con
una fría fotografía y un buen ritmo narrativo, Berg nos sumerge en la acción
desde su impactante prólogo, consiguiendo que la tensión no decaiga en sus casi
dos horas de metraje y consiguiendo que, pese a la intención evidente de carne
de cañón que tienen sus compañeros de viaje, los personajes secundarios
interesen y ayuden a componer el drama que rodea a las escenas de acción.
Al
final, tenemos un solvente cruce entre cine de supervivencia y bélico,
esquivando el humor para apostar por el drama más desgarrador, dejando que la tensión
sustituya a la sorpresa y logrando una tensión muy eficaz durante la mayoría de
la película, decayendo un poco, quizá, en un tramo final que no está a la
altura de lo visto hasta el momento. Y es que cuando se llega a la base de
destino la película muta ligeramente, haciendo que se eche en falta la aridez
helada que acompañaba al film hasta entonces.
Con
todo, esta propuesta sueca que sirve como lucimiento para Noomi Rapace es
intensa y emotiva, un buen ejercicio angustiante y con un dilema moral que
invita a reflexionar sobre la dualidad de la guerra y el «todo vale» para
conseguir la victoria.
Valoración:
Seis sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario