Dirigida por Michael Matthews y con guion de Brian Duffield, surgido de la saga Divergente pero autor también de The babysitter o Underwater, De amor y monstruos es una entretenida película que juega a mezclar géneros aprovechándose de todos sus tópicos pero sin caer con torpeza en ellos.
Ya el arranque,
contado mediante una estimulante sucesión de ilustradores, deja las cosas
claras de por dónde van a ir los tiros: un meteorito gigante anegada a la
Tierra y la única solución parece ser enviar un montón de misiles para
destruirlo sin contar con que ello iba a provocar una lluvia radioactiva que
mutará a los seres de sangre fría en terribles y peligrosos monstruos, provocando
que apenas siete años después los pocos supervivientes deban malvivir
escondidos en búnkeres y cuevas.
En esas se
encuentra Joel, un joven incapaz de enfrentarse a las criaturas que un buen día
decide aventurarse al peligroso mundo exterior para ir en busca de su novia
Aimee, que se encuentra en otro campamento a apenas ochenta millas.
Dicho así, uno
podría esperarse una aventura tontorrona del género young adult, sensación incrementada por el hecho de que el
protagonista, Dylan O'Bryen, sea recordado principalmente por haber liderado la
saga de El corredor del laberinto.
Además, todo lo que lo mueve es su amor por el personaje al que da vida Jessica
Henwick (Iron Fist, Defenders), lo que invita además a
pensar en un desenlace acaramelado y poco realista.
Sin embargo, y este
es el principal mérito del film, esconde de fondo una historia dramática que
ayuda a dar peso y empaque a los personajes, sobre todo si de Joel, lo que la
convierte en una película mucho más adulta de lo que cabría esperar.
Y eso teniendo en
cuenta que tampoco parece querer robarse sensual en serio a sí misma, d manera
que las situaciones de humor se acumulan, consiguiendo un contraste algo
peligroso pero que funciona en todo momento.
Eso, sin olvidar
que estrenos sobre todo ante un filme de aventuras que parece sacado de alguna
novela de Julio Verne pasado por el filtro de John Hugles.
Los efectos
visuales son de primera, no en vano están nominados al Oscar, aunque se echa en falta un presupuesto más generoso para
poder abusar más de ellos (no siempre se siente el peligro que se supone que
corren los protagonistas) o poder adentrarse en las ciudades, aunque la
inducción puesta lo comprueba con creces. Lástima no haberla podido disfrutar
en pantalla grande, pero me temo que es una consecuencia más de los tiempos que
corren.
En resumen,
película muy entretenida, que ofrece más de lo que uno podía esperar a simple
vista, y que contiene algunos personajes (estoy pensando en concreto en Clyde y
la niña, que se merecerían su propio spin-off) para el recuerdo.
Valoración: Siete
sobre diez.
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