Contagio en alta mar es una película de terror pequeñita procedente de Irlanda que mezcla el terror y la claustrofobia con ligeros toques de moralina ecológica.
Siobhán es una
joven estudiante de biología que para terminar su doctorado se embarca en un
arrastrero de pesca con el fin de estudiar patrones de conducta de la fauna
marina. Aunque no parece entrar con muy buen pie, pues su cabello pelirrojo se
supone que da mala suerte (y tampoco es que ella sea muy sociable, que
digamos), no tardará en firmar una unidad casi familiar con el resto de la
tripulación cuando, tras penetrar en una zona restringida, sean atacados por
una extraña criatura marina.
Estamos ante una
producción muy pequeña, por lo que la directora Neasa Hardiman ha tenido que
ingeniárselas para componer un relato de terror sin ajenas presupuesto, por lo
que ha hervido que abusar de escenas de interior demasiado oscuras y
conformarnos con ver poco más que los tentáculos luminiscentes de la criatura,
que incómoda tiene cierto corte lovecraftiano. Por ello, en lugar de ver
ataques directos del bicho debemos conformarnos con que sus largas infecten a
los pescadores, que guiados por la joven estudiante tratarán de sobrevivir a la
crisis.
La verdad es que,
por todo lo dicho, como película de terror se me queda muy cortita. Cierto es
que Hardiman se las apaña por crear varios momentos d tensión, pero tampoco es
algo que no hayamos visto mil veces, mientras que la parte frenética tampoco
llega a fallar lo suficiente, finalizando todo en un clímax no demasiado
vistoso y poco explicativo.
Sin embargo, es en
el debate mortal donde se encuentra algo de brillo en el film. Por un lado, por
los dilemas que plantea y por otro por lo mucho que nos puede recordar (pese a
que el film se realizó en 2019) a situaciones vividas durante la pandemia
actual, donde el egoísmo individual muchas veces se enfrenta a la necesidad
común.
Valoración: Cinco
sobre diez.
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