Siempre lo he dicho. Soy una persona que tiende al exceso. Y los que hayas comprado Mundo Muerto sabréis a lo que me refiero. Por eso siempre he sido más de novela que de relato corto.
Pero, de vez en
cuando, me gustan los desafíos. Y en SEAT, empresa donde trabajo, el
departamento de comunicación acostumbra a proponer alguno coincidiendo con la
buscada de Sant Jordi.
Aún es pronto para
revelar la sorpresa de este año, pero me parece un buen momento para recordar
el concurso de microrrelato de hace algunos años. Contar una historia
utilizando mil palabras o menos era todo un reto para mí, por eso el haber
ganado el primer premio me fue tan especial.
Para recordar el
momento, aquí os dejo el texto, por si lo desconocíais o no lo recordabais ya…
Nunca
quiso ese trabajo, pero organizador de entierros era todo a lo
que
pudo aspirar. Vivía en una zona de montaña y viajaba de pueblo
en
pueblo, preparándolo todo, consolando a familiares y despidiéndose
de
desconocidos. Tenía cara de palo, con ojos plomizos de lágrimas
postizas
y traje gris. Daba pésames y regalaba tristeza.
Al
terminar, se subía en su León de insultante amarillo chillón, oculto
de
la vista de los familiares por respeto al luto, encendía la radio a
todo
volumen, aflojaba el nudo de su corbata y se permitía soñar con
ser
feliz hasta llegar al próximo pueblo.
Mañana más...
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