Es evidente que para un escritor el 23 de abril es un día muy especial. Quizá el mejor del año. Al menos en Cataluña, aunque pienso que hoy en día se puede extender a toda España. Por aquí hay quien relaciona esa fecha con el día de los enamorados, ya que existe la bonita costumbre de que el hombre regale una rosa a su pareja (aunque suele hacerse lo mismo con madres, suegras, amigas…). Ese es una de las facetas del día de Sant Jordi. El otro es la celebración de una curiosa onomástica: la de la muerte de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, los dos autores más importantes de la literatura española y británica respectivamente (amén de otros como Lope de Vega, Maurice Druon, Haldor K.Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla, Manuel Mejía Vallejo o William Wordsworth.
En Sant Jordi, día internacional del libro para el resto del mundo, las librerías ofrecen un descuento en la venta de libros y los autores suelen acudir a los puestos de venta (es muy bonito ver las paradas colmando las vías principales, como las Ramblas o el paseo de Sant Joan, alternando libros y rosas) a firmar sus ejemplares. Es el día del año en que más se vende y una oportunidad de oro para autores nóveles para darse a conocer.
Tras los consabidos problemas del año pasado, este no pintaba mucho mejor, con prohibiciones de firmas y restricciones varias. Sin embargo, el espíritu festivo del día triunfó por encima de todo y la jornada, acompañada de un generoso sol, fue mucho más que digna.
¿Y qué pasó conmigo? Inicialmente pensaba estar firmando en varios puntos. Después la cosa se limitó a la librería Somnia y terminé por anunciar mi ausencia en ningún puesto de venta por los problemas de distribución de Sanguijuelas. Sí me comprometí a pasar por la parada de Célebre Editorial para acompañar a mis amigos y compañeros y saludar a los lectores potenciales.
Pero no. No hice acto de presencia. No visité a mis editores ni realicé mi propia búsqueda del tesoro en las paradas en busca de mis tradicionales compras. No participé absolutamente en nada relacionado con la fiesta. Mi única aportación al día del libro fue una serie de artículos que compartí en mi blog a ritmo diario, incluyendo la participación en un video literario propiciado por SEAT. Pero solo cosas preparadas con antelación. El día 23 desaparecí literalmente del mapa. ¿El motivo? Mucho de los que me seguís en mis redes sociales ya lo sabréis, pero tras casi una semana sin tocar siquiera mi ordenador (más que para subir alguna que otra fotografía vía Instagram), es hora de ponerse manos a la obra para compartir con todos vosotros mi particular día de Sant Jordi. Un Sant Jordi que, ya os lo puedo asegurar, ha sido el mejor de mi vida.
Y es que este 23 de abril estuve en la clínica Sant Jordi (curiosa casualidad) asistiendo al parto de mi primer hijo, un precioso varón de algo más de tres kilos de peso que me tiene completamente enamorado desde su primer segundo de vida y del que me cuesta separarme un segundo siquiera.
Así que ya lo sabéis. Este año no he estado firmando libros. Pero he visto culminada mi mejor obra. Mía y de mi amada Arelys. Se trata de Noah Jordi Medina Eugenio, y hoy tengo el inmenso placer de compartir mi felicidad con vosotros.
¡Que preciosidad! Muchísimas felicidades para ambos.
ResponderEliminarMuchas gracias!!
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