Hay una serie de películas que siempre serán recordadas por haber sido de las primeras valientes en haberse estrenado tras el estado de alarma de 2020, cuando éramos tan ilusos de pactar que esto de la pandemia ya estaba quedando atrás. Son películas que, sin embargo, apenas tuvieron visibilidad, en una época donde la gente aún tenía miedo de salir a casa, los cines no tardarían en volver a cerrar y Santiago Segura era el único que se las apañan por recaudar algo de dinero.
La caza es una de esas
películas, un guion que en circunstancias normales quizá ni siquiera hubiese
pasado por salas, ya que su factura es más propia de festivales como el de
Sitges que de salas de estreno.
Sorprende, sin
embargo, encontrarse nombres bastante conocidos en sus créditos, como Hilary
Swank, Emma Roberts o Ike Barinholtz, pero sin duda el más llamativo es el de
Damon Lindelof, que figura como guionista y productor. Lindelof, que fue odiado
por las masas por firmar el final de Perdidos y el libreto de la defendible Prometheus
pero que posteriormente se reconcilió con el fandom gracias a las series de The leftovers y, sobretodo, Watchmen, parece haberse rondado este
trabajo como un ejercicio de relajación tras habrá carga emocional. Quién sabe
si el guion de La caza surgiese durante
una noche de borrachera con Nick Cuse, el otro guionista, pero este empacho de
sangre y vísceras parece más una broma pesada que un trabajo de tan reconocido
escritor.
Y el caso es que la
gamberrada les ha salido bastante bien, las cosas como son.
El tema de la caza
de humanos no es novedosa en el mundo del cine desde que en 1933 El malvado Zaroff abriera la veda. Tema
recurrente usado generalmente para reflejar la vileza del ser humano o la
diferencia de clases, podernos recordar títulos como Blanco humano, con Van Damme en su máximo apogeo, La presa, o, sí mezclamos géneros, Perseguido o Noche de bodas. Si a ello le añadimos el detalle de que todo arranca
con un grupo de desconocidos sin aparente relación entre sí que tras ser
drogados despiertan en un lugar desconocido, podemos recortar sagas de terror
como Saw o Cube. Y algo de todo ello hay por aquí.
Así que se podría
decir que no hay nada nuevo bajo el sol, por más que Lindelof y Cuse se
esfuercen en ofrecer unos cuantos giros de guion bastante sorprendentes (sobre
todo respecto a la falta de un protagonista claro en su primer tercio), pero
aunque rascando mucho se podría encontrar algo de crítica social, lo que parece
evidente es que ellos se han divertido mucho escribiendo este guion, y con ello
consiguen traspasar la pantalla y conseguir que el espectador se divierta mucho
también.
Es una película
cafre y excesivamente sangrienta, desde luego, pero ese es precisamente su
encanto, un festival de mamarrachadas recital, filmadas con gran dinamismo por Craig
Zobel, y que resulta ideal para pasar un diminuto por la tarde rodeado de
amigos alrededor de un bidón gigante de palomitas.
Valoración: Siete sobre diez.
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