Debo confesar que, salvo honrosas excepciones, no soy muy fan de los «ataques de director» que provoca que muchos realizadores inventen (o eso pretendan) a la hora de jugar con las narrativas. Aunque en ocasiones el resultado es interesante (me viene a la mente El hijo de Saúl, por ejemplo), en muchos casos el uso de la pantalla cuadrada (se trata del llamado formato académico, filmado en 35 mm con un ratio de 1.37 : 1) me resulta más un ejercicio de pedantería que otra cosa.
Joel
Coen abraza este formato en su primera película alejado de su hermano Ethan
sumándole, además, un intenso blanco y negro que, sin terminar de ser santo de
mi devoción, es compensado con las muchas virtudes de la película.
La tragedia de Macbeth es una nueva versión del clásico de Shakespeare,
quizá la obra más popular del dramaturgo tras Hamlet y Romeo y Julieta,
y con tantos precedentes (me vienen a la mente los nombres de directores como
Orson Welles o Roman Polanski y actores como Michael Fassbender y Marion
Cotillard) entiendo la necesidad de Coen de buscar un distanciamiento estético
de estos.
La
película protagonizada por Denzel Washington, Frances McDormand o Brendan
Gleeson entre otros se mueve a medio caballo entre el cine y el teatro,
consiguiendo una mezcla extraña pero efectiva. Se podría decir que tanto las
interpretaciones como las intenciones de la cámara apuntan hacia el cine (no
hablamos de un abuso de la teatralidad, como sucedía con Fences, también con Washington como protagonista), mientras que la austeridad
de decorados remiten más al teatro (de hecho, toda la película, salvo la escena
final, está filmada en interiores, más concretamente en decorados montados en
un estudio de sonido).
Destacando
por el derroche d talento de sus actores y por una labor impagable del director
de fotografía Bruno Delbonnel, la película es un drama con tintes de terror y
angustia psicológica cuya única pega, una vez más, es la de verse relegada a
las pantallas de un televisor. No es, por su tema y concepción, una película para
todo tipo de público, eso es evidente, pero aun así habría merecido poder ser
disfrutada en pantalla grande.
Valoración:
Siete sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario