martes, 29 de marzo de 2022

Visto en HBO Max: LO QUE HACEMOS EN LAS SOMBRAS T3

Al fin ha llegado a HBO Max la tercera temporada de Lo que hacemos en las sombras, la serie creada por Jemaine Clement a partir de la película que él mismo coescribió y codirigió junto a Taika Waititi, y lo hace con una mala noticia: todo apunta a que será la última temporada.

A nivel estructural, la temporada adolece un poco de lo mismo que la segunda: un arranque algo dubitativo, muy episódico, para ir comando carrerilla y encontrar una línea argumental a partir del ascenso de los protagonistas al Consejo Vampírico.

En esta temporada se refuerza un poco la presencia de los que, a la larga, han sido los personajes revelación, auténticos roba escenas que han llegado a eclipsar incluso a los tres vampiros protagonistas y que, de haber alargado más la serie, habrían terminado por convertirse en un problema. Me estoy refiriendo, por supuesto, a Guillermo, que ya en la pasada temporada tuvo un papel muy destacado, revelándose que era un descendiente directo de Van Helsing, y a Colin Robinson, el vampiro energético que quizá esté ahora menos divertido pero cuya presencia ha ganado en peso dentro de la estructura familiar.

El consejo vampírico y la búsqueda del origen de los vampiros energéticos serán los dos principales temas de la temporada, que desembocarán en dos situaciones inusuales. Por un lado, el nacimiento de una insospechada amistad entre Laszlo y Colin Robinson y por otro la depresión de Nandor, que debe lidiar al frente del consejo con las ansias de poder de la propia Nadja.

La serie, con sus más y sus menos, mantiene un buen nivel, compensando la lógica pérdida de frescura con el cariño cada vez mayor que uno coje a los personajes, aunque se diría que hay un ligero aumento de humor de brocha gorda que no necesitaba la serie. Con todo, la amenaza de una despedida (y aunque no hay anuncio oficial, así lo augura el episodio final) provoca una profunda tristeza, más cuando no es un final en plan celebración, triste pero nostálgico y amable a la vez, como fueron los casos de Friends o The big bang theory, por nombras dos ejemplos de comedias ya finalizadas, sino que, como no podría ser de otra manera, se despide con una patada en las pelotas del espectador, manteniendo la línea de gamberrismo y desconcierto y haciendo que uno ponga cara de WTF ante el televisor.

Me queda, en caso de ser un final definitivo, la tristeza de no haberme podido despedir de esos protagonistas (casi) invisibles, los cámaras de televisión, con los que Clement sabe jugar lo suficiente como para darles un papel más activo que en, por ejemplo, Modern Family, ejemplo de sitcom que seguía el estilo popularizado por The office.

Suenan rumores de que, pese a todo, podría haber continuación si en FX dan su bendición, aunque el temor de alargar demasiado el chicle me hace tener el corazón dividido ante tal posibilidad.

Sea como sea, ya están disponibles los (hasta ahora) últimos diez episodios de la serie y es solo cuestión de tiempo averiguar si los vampiros más extravagantes del panorama audiovisual van a regresar a hacer de las suyas o no, aunque tal y como termina todo, no lo van a tener nada fácil para volver a ser una «familia», aunque sea tan poco convencional como la suya.

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