domingo, 12 de julio de 2015

LO QUE HACEMOS EN LAS SOMBRAS (7d10)

Viago, Deacon, Vladislav y Petyr con cuatro vampiros de diferentes épocas que comparten piso en la Nueva Zelanda actual. Ante la proximidad de la festividad del Carnaval Profano una cadena de televisión ha conseguido los permisos para acceder a las intimidades y secretos de este variopinto cuarteto de no muertos.
Este es el punto de partida de Lo que hacemos en las sombras, original comedia que ya disfruté el año pasado en Sitges y que no he dudado en repetir tras su tardío y maltratado (aunque por otro lado previsible) estreno en salas comerciales. Con la excusa del falso documental, la película nos muestra las andanzas de estos cuatro amigos y sus relaciones con “el mundo exterior”: la inclusión de nuevos miembros en el grupo, la amistad con un humano vivo o la rivalidad con los hombres lobos son algunas de las subtramas que definen a estos seres de la noche que deben además lidiar con sus quehaceres diarios más rutinarios, como organizar las tareas del hogar, ir a la discoteca (lo cual no es sencillo, pues para entrar deben ser invitados, como todo el mundo sabe) o aprender a utilizar Internet.
Dirigida por  Jemaine Clement y Taika Waititi (quienes se reservan además dos de los papeles protagonistas), Lo que hacemos en las sombras es una película pequeña, de bajo presupuesto, pero que demuestra una inteligencia y un sentido del humor más trabajado que muchas producciones de envergadura. Incluida dentro de lo que podríamos denominar comedia de terror independiente  como fuese en su momento Braindead (tu madre se ha comido a mi perro), Posesión Infernal, Zombie Party, etc. aunque en este caso concreto la comedia es algo más sutil, buscando más la ironía y la sonrisa constante que la carcajada fácil.
Clement y Waititi consiguen que el formato elegido (el llamado mockumentary) funcione a la perfección, logrando que la cámara en mano no canse en ningún momento y  se mantenga con coherencia  dentro del argumento, ayudando a que los personajes ajenos al grupo rompan la cuarta pared con frecuencia.
Fresca, original y divertida, Lo que hacemos en las sombras no es, desde luego, para todos los gustos. Quizá peque de un exceso de frikismo que puede asustar al espectador más convencional, pero aquel dispuesto a dejarse llevar a ciegas por el reverso de las historias de vampiros (ton sus tópicos y convicciones) sin duda disfrutará de una pieza única que, si bien no hará mundialmente famosos a sus autores si cabe la esperanza (visto que ha triunfado en los festivales por los que ha pasado) de que les abra la puerta a producciones mayores.
Habrá que estar atentos a los pasos de estos dos jóvenes prometedores.

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