Viago,
Deacon, Vladislav y Petyr con cuatro vampiros de diferentes épocas que
comparten piso en la Nueva Zelanda actual. Ante la proximidad de la festividad
del Carnaval Profano una cadena de televisión ha conseguido los permisos para
acceder a las intimidades y secretos de este variopinto cuarteto de no muertos.
Este
es el punto de partida de Lo que hacemos
en las sombras, original comedia que ya disfruté el año pasado en Sitges y
que no he dudado en repetir tras su tardío y maltratado (aunque por otro lado
previsible) estreno en salas comerciales. Con la excusa del falso documental,
la película nos muestra las andanzas de estos cuatro amigos y sus relaciones
con “el mundo exterior”: la inclusión de nuevos miembros en el grupo, la
amistad con un humano vivo o la rivalidad con los hombres lobos son algunas de
las subtramas que definen a estos seres de la noche que deben además lidiar con
sus quehaceres diarios más rutinarios, como organizar las tareas del hogar, ir
a la discoteca (lo cual no es sencillo, pues para entrar deben ser invitados,
como todo el mundo sabe) o aprender a utilizar Internet.
Dirigida
por Jemaine Clement y Taika Waititi
(quienes se reservan además dos de los papeles protagonistas), Lo que hacemos en las sombras es una
película pequeña, de bajo presupuesto, pero que demuestra una inteligencia y un
sentido del humor más trabajado que muchas producciones de envergadura.
Incluida dentro de lo que podríamos denominar comedia de terror
independiente como fuese en su momento Braindead (tu madre se ha comido a mi perro),
Posesión Infernal, Zombie Party, etc. aunque en este caso
concreto la comedia es algo más sutil, buscando más la ironía y la sonrisa
constante que la carcajada fácil.
Clement
y Waititi consiguen que el formato elegido (el llamado mockumentary) funcione a
la perfección, logrando que la cámara en mano no canse en ningún momento y se mantenga con coherencia dentro del argumento, ayudando a que los
personajes ajenos al grupo rompan la cuarta pared con frecuencia.
Fresca,
original y divertida, Lo que hacemos en
las sombras no es, desde luego, para todos los gustos. Quizá peque de un exceso
de frikismo que puede asustar al espectador más convencional, pero aquel
dispuesto a dejarse llevar a ciegas por el reverso de las historias de vampiros
(ton sus tópicos y convicciones) sin duda disfrutará de una pieza única que, si
bien no hará mundialmente famosos a sus autores si cabe la esperanza (visto que
ha triunfado en los festivales por los que ha pasado) de que les abra la puerta
a producciones mayores.
Habrá
que estar atentos a los pasos de estos dos jóvenes prometedores.
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