viernes, 10 de julio de 2015

ASESINOS INOCENTES (4d10)

Asesinos inocentes es la nueva apuesta patria por el cine de género, aunque esta vez la apuesta va más por el camino del thriller que del terror, pretendiendo esta ser una historia muy al estilo de El Cuerpo o Hijo de Caín. Protagonizada por un grupo de jóvenes actores, tan guapos como de dudosa calidad interpretativa la historia tiene un interesante planteamiento que se diluye fugazmente hasta caer en el ridículo más espantoso. Aunque tampoco es que el veterano de la función, Miguel Ángel Solà, esté muy a la altura de las circunstancias, desarrollando un personaje excesivo y caricaturesco.
La trama va sobre un profesor de psicología que angustiado por la culpa de haber provocado un accidente que causó la tetraplejia de su mujer decide pedir a uno de sus alumnos que lo maté para así cobrar el deber del seguro que permitirá a la esposa operarse en Estados Unidos. No será una decisión fácil de tomar por el chaval (que carga con sus propios problemas) que arrastrará en la aventura a tres compañeros de Universidad y a una enamorada amiga.
El director, Gonzalo Bendala, sabe conseguir una buena tensión, muy amparado en la banda sonora de Pablo Cervantes, pero el guion presenta una multitud de carencias tal que una vez las cartas sobre la mesa la situación se tienda totalmente inverosímil, con decisiones de los protagonistas absurdas y un desarrollo de los acontecimientos que roza el patetismo. Esto quizá demuestre, una vez más, uno de los problemas de base que tiene nuestro cine: la excesiva proliferación de “autores”. Quizá debería ser hora de aprender un poco y dejar que los directores dirijan y que de los libretos se hagan cargo los guionistas, ¿no?
Quizá el problema sea la pretensión de Bendalade tomarse demasiado en serio una historia que no hay por dónde agarrarla. En ocasiones, cuando he analizado una película de terror lamentable como Annabelle o Insidious capítulo tres, he comentado con sarcasmo que sólo se salva de ella su sentido de la comedia. Ironía aparte, es bien cierto que el guion de Bendala (con la colaboración de J.M. Asensio), sin necesidad de tocar una sola coma, podría haber desembocado en una estupenda comedia negra, pero el director evita ese camino, desaprovechando una buena ocasión para conseguir una película gamberra y macabra que sin duda habría funcionado mucho mejor que esta, que una vez superados los dos o tres primeros días en que las adolescentes que suspiren por Maxi Iglesias o aquellos que se dejen llevar por el tirón que tiene Aura Garrido gracias a El Ministerio del Tiempo hayan satisfecho su curiosidad caerá irremediablemente en un merecido olvido. Me gustaría saber si quizá las intenciones iniciales de Bendalano fuesen por este camino, dejándose tentar posteriormente en pos de una mayor comercialidad.
Como sea, con lo que nos encontramos finalmente es con una película de intriga bien hecha a nivel técnico pero muy mal interpretada, con una serie de giros argumentales absurdos y sin sentido, que la convierten en uno de los mayores despropósitos del cine español en lo que va de año.
No es absolutamente detestable, pero algo de lamentable sí que tiene.

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