Debo
reconocer que no había oído hablar para nada de este título hasta que mi buen
amigo Javi me lo recomendó hace un par de meses. Posiblemente se trata de la
película más reciente que he tratado en esta sección y, por lo que he podido
indagar por ahí, parece que sí llegó a estrenarse en España, concretamente en
abril del 2013, un par de años después de su realización. Y no obtuvo malas
críticas, la verdad, habiendo incluso quien la proponía para los Oscars, cosa
que me parece ya demasiado exagerado.
La
película, una producción danesa-argentina, cuenta en clave de comedia amarga
como Christian, propietario de una vinacoteca en Copenhague, está a punto de tocar
fondo tras el abandono de su esposa hace unos meses y su insistencia ahora para
que le firme los papeles del divorcio. Por lo visto la mujer, Anna,
representante futbolística, reside ahora en Buenos Aires donde se ha enamorado
de su cliente, Juan Diaz, una estrella en espera de un traspaso millonario. Ni
corto ni perezoso, Christian decide viajar por sorpresa a la capital argentina
junto al hijo adolescente de ambos, Oscar, para firmar la maldita documentación
en persona, aunque en el fondo de su ser guarda aún la esperanza de recuperar
al amor de su vida.
No
hay nada novedoso en la historia de una ruptura que se convierte en triángulo
amoroso cuando uno de los dos se niega a aceptar el final del amor. Quizá lo
original es que la propuesta nos llegue desde un país tan frío como el danés,
con una cultura cinematográfica sosegada y sobria, en contraposición a la
sangre caliente y apasionada del mundo latino. Con varias historias
entremezclándose que reflejan los diferentes aspectos del amor (una historia
que termina, otra que comienza y una tercera que no pasa del fervor de una
noche), Noche de vino y copas
(horrenda traducción al español que parece querer hacer hincapié en los
conocimientos enológicos del protagonista cuando el título original, Superclásico, tira más por el lado
futbolístico) parece querer buscar el contraste entre ambas culturas, terminando
por revelarse en una especie de declaración de amor hacia Buenos Aires, el
tango, el fútbol (la historia prácticamente arranca con un partido entre Boca
Juniors y River Plate) y la gastronomía bonaerense.
Con
todo, y siendo un buen divertimento, reflexivo pero sin llegar a la pedantería,
algo tiene este film que no termina de encajarme. Quizá porque en la
contraposición cultural se olvida (imagino que por sentirla obvia al ser su
identidad de origen) de mostrar algo más de la cultura danesa. Quizá porque
alguna de las situaciones tengan un punto de surrealismo que no terminen de
casar bien con la trama (esas alucinaciones del hijo con dos cucarachas
bailando un tango, por ejemplo, o todo lo que rodea al personaje de Fernanda,
Adriana Masciliano, el punto más ¿erótico? del film). Quizá porque el personaje
de Anna, desde una mirada masculina (ya se sabe, entre hombres tenemos que
apoyarnos), resulte totalmente odioso. O quizá por culpa de esa constante y
agotadora voz en off que narra toda la película como si de un cuento se
tratase, resultando en ocasiones demasiado reiterativa con lo que las propias
imágenes nos ofrecen.
En
fin, que no es una mala película. Entretiene e invita a conocer una ciudad sin
duda más bella de lo que se ve en pantalla, pero que no terminó de seducirme
como pretendía, posiblemente por su indefinición entre el drama y la comedia,
aunque por lo menos debo agradecerle la coherencia de su final, algo que habría
costado encontrar en una producción de Hollywood.
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