Han
sido tantas las veces que he leído referirse a esta película como “la nueva
maravilla de Pixar” que no puedo evitar empezar precisamente así mi comentario.
Y
es que, efectivamente, Del revés es
una genialidad más de la productora que tantos éxitos de crítica y público
cosechó hace unos años y que parecía estar en horas bajas tras sus
decepcionantes estrenos más recientes. Así, Del
revés, más que ser una nueva genialidad debería simbolizar mejor el regreso
a la genialidad, a la altura de sus obras más recordadas como Wall.E o Up. Pero siendo realistas, Del
revés puede que se sitúe incluso por encima de estas, pues si bien ambas
contaban con sendos arranques impresionantes y difícilmente superables, el
resto de la película comenzaba a desinflarse poco a poco, sobretodo en el caso
de la casita de los globos, que terminaba siendo un producto de animación del
montón, tópico y tontorrón.
Del revés no hace alardes de arranques profundos y reflexivos, ni
de largas secuencias sin diálogos con tanta brillantez como pomposidad,
tratando de demostrar a lo grande que un producto de animación puede estar
destinado a un público adulto. Ni mucho menos. En este caso la sensación de
reflexión y profundidad se extiende a lo largo de toda la película sin por ello
tener que renunciar a una narrativa
clásica y de fácil acceso para los más pequeños. Otra cosa es que el
tema de fondo que se trata en la película sea igual de accesible a los niños,
cosa que personalmente dudo, pero para ello se han diseñado esos personajes tan
peculiares y coloridos, para que donde no llegue la reflexión sea compensado
con el derroche visual de la imaginación.
Y
es que Del revés, más allá de la
sencillez de su historia base (una familia que debe mudarse por cuestiones de
trabajo, con todos los problemas que ello causa a la hija protagonista), es una
propuesta arriesgada y casi hasta peliaguda que se atreve a analizar la
profundidad de la psique humana (y hay mucho más detrás del chiste fácil que
nos muestra el tráiler con el padre pensando en futbol y la madre en un
brasileño buenorro), analizar el terremoto sentimental que produce el cambio de
la niñez a la adolescencia e incluso adentrarse en conflictos como la soledad,
la marginación y el abandono que puede terminar volcándose en la depresión.
Dicho
así, la cosa parece tremebunda. Y en cierto modo, lo es. Del revés sacude las emociones y analiza a la perfección esos
conflictos internos que, si bien reflejan el estado de ánimo de una niña,
pueden traducirse a cualquier edad o género con el que nos podamos identificar.
Así, podemos reír, estremecernos o incluso llorar al mismo ritmo que la
protagonista, Riley, como si esas representaciones visuales de sus sentimientos
(reducidos, por necesidades de agilidad y cohesión, a cinco: alegría, tristeza,
miedo, asco e ira) estuviesen manipulando nuestros propios sentimientos.
Definitivamente,
los niños no van a ser capaces de comprender en toda su magnitud esa
representación física de la propia historia personal de cada uno en forma de
islas, ni van a recordar conceptos como la memoria a largo plazo o los
recuerdos esenciales, pero para ello Pixar, de la mano de Pete Docter y Ronaldo Del
Carmen (co-guionistas y co-directores), han sabido dotar a la historia de un
ritmo endiablado, chistes de gran nivel, personajes encantadores y deliciosos
(ese amigo imaginario, sin ir más lejos) y, como ya he comentado, una explosión
de color que hará las delicias de los más pequeños, por más que apenas vayan a
ser capaces de rascar la superficie de todo lo que el film trata de decirnos,
con un mensaje final tan cierto como incómodo: la necesidad de abrazar la
tristeza para ser capaces de disfrutar de la alegría. El dolor y el sufrimiento
(algo que tanto Pixar como Disney están acostumbrados a tratar) no solo no es
malo, sino que a la larga resulta imprescindible para poder levantarnos de los
golpes de la vida y seguir adelante con el ánimo intacto.
Del revés puede no ser una obra maestra perfecta, pero desde
luego se le acerca mucho, con más alma y profundidad que muchas obras más
pretensiosas y artificialmente adultas que esta.
Para
compensar, la película cuenta (como es habitual en el binomio Disney-Pixar) con
un cortometraje a modo de aperitivo. En esta ocasión se trata de Lava, una historia cantada sobre un
volcán atormentado por su soledad. Visualmente hermosa y fascinante, la
historia, así como la dichosa cancioncilla, es estúpida, casi insultante. Lava es, probablemente, el peor
cortometraje Pixar hasta la fecha, provocando que los escasos segundos que
transcurren entre el final del mismo y el comienzo de la película sea cierto
personajillo de color rojo quien tome los mandos de mi cerebro.
Y
es que no todo puede ser perfecto en la villa del Señor…
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