Si
estuviésemos hablando de una simple película de entretenimiento, hay que
reconocer que Jurassic World: Dominion
cumple con la premisa. Es muy emocionante, con un buen ritmo y los aportes
justos de nostalgia al juntar a los protagonistas de la saga de Jurassic Park con la de Jurassic World.
Lo
que me ha pasado con Jurassic Workd:
Dominion es similar, salvando las distancias, con lo que me pasó con [REC]4: Apocalipsis, que nos prometía
también un gran final de saga que no lo fue tanto. En la película de Balagueró,
viendo como terminaba la película anterior y con el subtítulo de «Apocalipsis»,
uno esperaba ver una Barcelona entera (por lo menos) invadida por los zombis,
pero en su lugar debemos conformarnos con los espacios limitados de un barco. Jurassic World: Dominion comete el mismo
error, y tras prometernos con la escena final de la película anterior un mundo
dominado por los dinosaurios (y de nuevo el subtítulo así lo remarca), al final
lo que tenemos es más de lo mismo. Es cierto que hay alguna escena de
dinosaurios en ciudades, pero una vez finaliza la secuencia de Malta,
curiosamente la más representada en los tráileres, el guion se las apaña para
devolver a los protagonistas a una jungla que, si bien está en territorio
Norteamericano bien podría ser una copia de las junglas costarricenses de
cualquiera de las películas anteriores y escatimarnos las escenas de
destrucción esperadas para volver a ver lo mismo de siempre, incluso con un
clímax final que es un calco del de la primera Jurassic World, como si Colin Trevorroll no supiera más que
copiarse a sí mismo.
No
conforme con ello el guion, algo ramplón, está más pendiente de buscar el guiño
o la complicidad del espectador rememorando situaciones icónicas del pasado y
apañándoselas para reunir protagonistas que de dar una coherencia interna,
haciendo que personajes como los interpretados por Omar Sy o Dichen Lachman sean
olvidados a mitad del metraje.
Hay,
insisto, mucha acción, visualmente es espectacular, y se juguetea un poco con
los géneros, llegando a parecer por momentos más una película de espías que de
aventuras, manteniendo vivo el espíritu de Michael Crichton al apostar de nuevo
por una corporación científica como villano principal, pero olvidándose de que
lo que uno de verdad ha venido a ver es a los dinosaurios, siendo durante mucho
tiempo una amenaza mayor las plagas de langostas que los reptiles gigantes. Tampoco
el truco de juntar protagonistas funciona del todo, ya que el reparto de minutos
hace que ninguno llegue a lucir completamente, siendo Chris Platt (teórico protagonista
de esta segunda trilogía), el más desaprovechado. Poco hay aquí de su carisma y
humor canalla que lo consagró en Guardianes de la Galaxia.
Estamos,
como digo, ante un buen entretenimiento, un ejercicio palomitero que no aburre
y tiene algún momento ligeramente inspirado, pero que no logra conectar lo
suficiente con la fibra sensible del espectador, como si nunca se sintiese el
verdadero peligro, resultando totalmente carente de la épica esperada y siendo
la más floja de la nueva trilogía, a años luz de la insuperable primera entrega
de Steven Spielberg. Por otro lado, lo de final de saga, habrá que verlo. Nada
hay en su propuesta que así lo demuestre, más bien todo lo contrario.
Valoración: Seis sobre diez.
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