Una comedia con Rebel Wilson a la cabeza del reparto debería ser suficiente como para asegurarse unas buenas risas, pero por algún motivo la película de Alex Hardcastle no consigue alcanzar nunca un nivel suficiente de locura y desmadre como para aplaudir la última propuesta de Netflix.
Un
rasgo que demuestra los problemas de Vuelta al insti es que la película se disfruta más durante el extenso prólogo, en
el que la protagonista está interpretada por Angourie Rice que cuando es Wilson
la que lleva el peso de la narrativa, lo cual se traduce en que todo funciona
mejor como historia de adolescentes que como comedia desmadrada. Esto es debido
a un guion sin la suficiente chispa que no sabe nunca aprovechar el recurso de
la adulta con mentalidad de adolescente que en su momento encumbró a Tom Hanks
con la mítica Big. No es que Vuelta al
insti no apueste abiertamente por la comedia, que lo hace, pero no tiene
nunca la suficiente fuerza ni convicción para conseguir sacarnos más que alguna
sonrisa aislada, siendo otra de esas producciones de Netflix que se suman al «quiero y no puedo» que definen a una
filmografía funcional pero olvidable.
No
es que el argumento sea para tirar cohetes (una joven que se despierta de un
coma veinte años después y no sabe cómo recuperar su vida –en especial su
ansiado y frustrado baile de graduación-, algo que ya se hizo aquí con la serie
de Siete Vidas y el personaje de Toni
Cantó), pero las diversas derivas que se presentan, como la obsesión por la
popularidad, el correccionismo político en contra de la sexualización del
concepto de animadoras, la competividad por los títulos de rey y reina del
baile… no terminan de aprovecharse, resumiéndose todas en un discurso final
moralista y algo sensiblero que se esperaba desde el arranque mismo.
Y
hablando de corrección política, voy a pecar de carecer de la misma al no poder
mencionar un detalle que puede ser clave también en la simpleza de esta
película. Y es que he llegado a la conclusión (y que me disculpe quien se pueda
sentir ofendido), que los actores de comedia del estilo Jonah Hill, Melissa
McCarthy o la propia Rebel Wilson, pierden buena parte de su gracia en paralelo
a su propia pérdida de peso. No es que el físico deba condicionar su condición
actoral, ni mucho menos, pero aquellos que destacan en comedias en papeles de
«gorditos» suelen carecer del gancho necesario cuando se quieren desligar de
esa etiqueta. Y me temo que una Rebel Wilson con el evidente cambio físico como
la de Vuelta al insti es menos
graciosa que la tipa de la trilogía de Dando la nota, Agente contrainteligente
o Cats, por poner algunos ejemplos.
En
fin, comedia simpática pero ramplona que merece el aprobado pero no aspira a
mucho más.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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