Concebida como la respuesta polaca a 50 sombras de Grey, la adaptación de la trilogía de Blanka Lipinska tuvo su debut hace un par de años con 365 días, una película más bien mediocre e insulsa que ni era tan provocativa como pretendía ni tenía ningún valor para merecer la comparativa con las películas basadas en la obra de E. L. James.
Como
el éxito no tiene porqué ir de la mano de las críticas, la cosa funcionó lo
suficientemente bien (vaya usted a saber por qué) como para que Netflix diera luz verde a dos secuelas
con las que seguir exprimiendo el jugo al pseudo-erotismo de baratillo que es
lo único que estas películas tienen para poderse promocionar.
De
nuevo dirigida (es un decir) por Barbara Bialowas y Tomasz Mandes, 365 días: Aquel día consigue lo que
parecía imposible: ser peor y más aburrida que su antecesora. La trama se
resume en una hora de la nada más absoluta, a ritmo de videoclips que estarán
provocando retortijones en la tumba de Tony Scott, en la que solo vemos escenas
de sexo light alternándose con momentos supuestamente felices de la pareja protagonista
sin que en ningún momento se tomen la más mínima molestia en explicar cómo se
resolvió la situación con la que cerraba la primera película. Esto no es más
que una evidencia de lo poco que a sus artífices le importan el público
mínimamente inteligente (deben dar por hecho que un público inteligente no va a
interesarse por esto), y la tomadura de pelo argumental es fácil de olvidar
ante el aburrimiento que sus secuencias provoca. Solo al rozar el ecuador de un
metraje excesivamente alargado se puede intuir un mínimo de argumento gracias a
una argucia que abochornaría al peor guionista e culebrones. Pero, por lo
visto, aquí vale todo, y mientras Internet se llene de memes hablando de
momentos como el del golf, los resultados son buenos.
Como
era de prever en esta copia barata de una saga que ya era una copia barata de
clásicos como Nueve semanas y media (y que pese a su misticismo tampoco es que
fuese un gran título ya en su época) solo cuenta entre sus valores una
atractiva fotografía y un buen surtido de canciones que ayudan a digerir este
bodrio tan mal dirigido (hay momentos que parecen un video de karaoke, como la
presentación del personaje del jardinero) como interpretado (en especial el
insulso y apático Michele Morrone. Y, para rematar el chiste, su desenlace es
un nuevo cliffhanger que sin duda caerá en el olvido al arrancar la tercera
parte. Y eso por no entrar a valorar el sexismo extremo de su planteamiento. Por
más que pretendan empoderar a la protagonista, es solo una falsa apariencia,
pues el estereotipo del macho dominante y la mujer débil y necesitada está
siempre presente, y que sea el sexo (nada de amor o confianza) lo que lo mueva
todo no es que ayude demasiado.
En
fin, una de las peores películas del año que solo cuenta con la ventaja de que
ofrece justamente lo que promete. Es decir, nada bueno.
Valoración:
Dos sobre diez.
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