martes, 7 de junio de 2022

Visto en Netflix: 365 DÍAS. AQUEL DÍA

Concebida como la respuesta polaca a 50 sombras de Grey, la adaptación de la trilogía de Blanka Lipinska tuvo su debut hace un par de años con 365 días, una película más bien mediocre e insulsa que ni era tan provocativa como pretendía ni tenía ningún valor para merecer la comparativa con las películas basadas en la obra de E. L. James.

Como el éxito no tiene porqué ir de la mano de las críticas, la cosa funcionó lo suficientemente bien (vaya usted a saber por qué) como para que Netflix diera luz verde a dos secuelas con las que seguir exprimiendo el jugo al pseudo-erotismo de baratillo que es lo único que estas películas tienen para poderse promocionar.

De nuevo dirigida (es un decir) por Barbara Bialowas y Tomasz Mandes, 365 días: Aquel día consigue lo que parecía imposible: ser peor y más aburrida que su antecesora. La trama se resume en una hora de la nada más absoluta, a ritmo de videoclips que estarán provocando retortijones en la tumba de Tony Scott, en la que solo vemos escenas de sexo light alternándose con momentos supuestamente felices de la pareja protagonista sin que en ningún momento se tomen la más mínima molestia en explicar cómo se resolvió la situación con la que cerraba la primera película. Esto no es más que una evidencia de lo poco que a sus artífices le importan el público mínimamente inteligente (deben dar por hecho que un público inteligente no va a interesarse por esto), y la tomadura de pelo argumental es fácil de olvidar ante el aburrimiento que sus secuencias provoca. Solo al rozar el ecuador de un metraje excesivamente alargado se puede intuir un mínimo de argumento gracias a una argucia que abochornaría al peor guionista e culebrones. Pero, por lo visto, aquí vale todo, y mientras Internet se llene de memes hablando de momentos como el del golf, los resultados son buenos.

Como era de prever en esta copia barata de una saga que ya era una copia barata de clásicos como Nueve semanas y media (y que pese a su misticismo tampoco es que fuese un gran título ya en su época) solo cuenta entre sus valores una atractiva fotografía y un buen surtido de canciones que ayudan a digerir este bodrio tan mal dirigido (hay momentos que parecen un video de karaoke, como la presentación del personaje del jardinero) como interpretado (en especial el insulso y apático Michele Morrone. Y, para rematar el chiste, su desenlace es un nuevo cliffhanger que sin duda caerá en el olvido al arrancar la tercera parte. Y eso por no entrar a valorar el sexismo extremo de su planteamiento. Por más que pretendan empoderar a la protagonista, es solo una falsa apariencia, pues el estereotipo del macho dominante y la mujer débil y necesitada está siempre presente, y que sea el sexo (nada de amor o confianza) lo que lo mueva todo no es que ayude demasiado.

En fin, una de las peores películas del año que solo cuenta con la ventaja de que ofrece justamente lo que promete. Es decir, nada bueno.

 

Valoración: Dos sobre diez.

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