sábado, 3 de agosto de 2013

GUERRA MUNDIAL Z (7d10)

Para los que no me conozcáis personalmente, debo haceros una confesión: me encantan los zombies. Los sigo en cine, televisión, cómic y literatura. Sin embargo, hace tiempo que albergo serias dudas de que se pueda hacer algo original sobre el tema. Rec innovó con el tema de la cámara, Rec 3 era muy divertida (y Zombies Party aún más), las diversas reinvenciones de Romero en cine deben su valor a que están firmadas por el maestro, aunque no deja de ser más de lo mismo y sobre Resident Evil o The Walking Dead… pues poco que decir, ¿no? Con esa idea acudía al cine a ver qué había interesado de esta historia al bueno de Brad Pitt y, la verdad, he quedado gratamente sorprendido.
De entrada, para los fans del libro de Max Broks en el que está basado, sabed que la película no tiene absolutamente nada que ver. Ni por asomo. Así que descartadas las comparaciones con el papel nos encontramos ante un apocalipsis zombie más pero tratado desde el punto de vista militar. ¿No os habéis preguntado nunca porqué en estas películas siempre sobrevive gente corriente: un poli, un tío que se había quedado en un hospital, una familia rural…? Cosas así. ¿Tan imposible es que el gobierno de algún país actúe a tiempo y pueda organizarse, al menos mínimamente, aunque solo sea para salvar los restos? De esto va Guerra Mundial Z, de la reorganización militar y la búsqueda de una cura (para lo cual intentarán encontrar al “infectado cero”) usando para ello aviones, telecomunicaciones, armamento pesado… No es el fin del mundo, al menos no todavía.
En medio de este fregado se encuentra Gerry Lane (Pitt), que tras escapar por los pelos de la primera embestida zombie junto a su familia es elegido para proteger y asesorar al grupo que se arriesgará a ir hasta Corea en busca de ese primer infectado. Por cierto, ¿no os ha rechinado nunca que en las películas de zombies parezca que se tema pronunciar la palabra zombie, como si con ello desvirtuaran la amenaza? Se supone que suceden en el mundo real, pero es como si en ese mundo nadie hubiese visto nunca las películas de Romero. ¿Acaso si mañana se levantaran los muertos no los llamaríamos así y pensaríamos en pegarles un tiro en la cabeza, aunque la mayoría de nosotros no haya tenido una pistola en la mano en la vida? Pues en la película de Marc Forster (director de Monster’s ball o esa maravilla que era Descubriendo Nunca Jamás) sí lo hacen sin complejos (a veces los apodan simplemente como Zetas). Curiosamente, otra película de Forster fue Quantum of Solace, de la saga del agente 007, y algo de Bond tiene este Gerry Lane, una especie de agente secreto que para cumplir su misión recorre diferentes lugares del mundo y que cuenta incluso con dos “chicas Lane”, su esposa Karin (Mireille Enos, que también hacía el papel de mujer del protagonista en Ganster Squad) y la soldado Segen (Daniella Kertesz, actriz israelí que debuta con este personaje en Hollywood).
Muchos son los problemas que tuvo esta película desde el comienzo de su rodaje, que presagiaba un fracaso espectacular por las primeras malas impresiones (esos zombies tan veloces que formaban montañas ¿humanas? Subiéndose unos sobre otros para escalar muros no parecían gustar a nadie) que obligó a restructurar los planes y rodar escenas adicionales, llegando incluso a cambiar el final inicialmente previsto. Supongo que en estos tiempos de escasez económica, la principal lastra es la de depender de hasta seis productoras diferentes (imagino que cada una quería imponer sus ideas, con el consiguiente batiburrillo resultante) y la novela de Max Brooks (que está compuesta por una serie de entrevistas realizadas después de la Guerra por un periodista que recorre el mundo recogiendo diferentes puntos de vista de los supervivientes al Apocalipsis y revelando de esta original manera el origen y la finalización de la misma) ha sido adaptada por Mateo Michael Carnahan y J. Michael Straczynski (para mi uno de los mejores guionistas que ha tenido Spiderman en comic) y posteriormente guionizada por el propio Carnahan, Drew Goddard y el omnipresente Damos Lidelof (¿alguna vez le dejarán de maltratar los detractores de Perdidos?), posiblemente demasiadas manos que han llevado el libreto en diversas direcciones, con cambios y reescrituras constantes. Pero por una vez, y sin que sirva de precedente, todos estos cambios han servido para bien, y el resultado final en más que bueno, con una agradable frescura al género y unos zombies diferentes  a lo habitual sin abusar demasiado de ellos como para cansar (algo que amenazaba con hacer los mulitudinarios carteles promocionales). También es positivo la utilización de grandes espacios abiertos (estamos demasiado acostumbrados a secuencias claustrofóbicas o parajes áridos) que permiten a Forster lucirse con los movimientos de cámara y traveling aéreos constantes.
Y luego está Pitt, por supuesto, amo y señor de la función que cumple con su calidad habitual bien secundado por algún rostro conocido como Matthew Fox, David Morse David Andrew y Pierfrancesco  Favino y las aportaciones de James Badge Dal, Ludi Boeken, Fana Mokoena o Peter Capaldi, aunque ninguno hace sombra al protagonista.
Con todo esto, las dos horas de película transcurren en un segundo sin conceder un respiro al espectador, intensa y emocionante, que se ha encumbrado como el éxito del verano y que ya ha anunciado su inminente secuela.
Un detalle curioso del film es la casi total ausencia de sangre y gore, que por un lado permite que una trama de zombies sea adecuada para toda la familia aunque por momentos resulta casi incómodo que todas las escenas violentas sucedan fuera de cámara.
Lo más flojo del film está, sin embargo, es su clímax final, que si bien es interesante y está bien filmado se torna demasiado light en comparación con todo lo que ha pasado hasta ahora, devolviéndonos al clasicismo de situaciones claustrofóbicas y zombis acechando al girar la esquina.
Cierto que quedan muchas preguntas en el aire, pero sabiendo que habrá una continuación (se habla incluso de trilogía), esperaremos un tiempo a ver si nos las resuelven o caen en el olvido.

Los zombies han vuelto (¿se habían ido alguna vez?), y lo han hecho más a lo grande que nunca.

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