Desde
hace un tiempo la relación entre Disney y Pixar está un poco difusa.
Inicialmente eran compañías diferentes que trabajaban al unísono. Más tarde
parecía que una de ellas iba a absorber a la otra y ahora parece que ambas sean
la misma cosa, pero tampoco exactamente. Asimismo, no se sabe bien las
diferencias entre sus productos. Personalmente creo que cuando mejor
funcionaban las cosas era cuando Disney se encargaba de la animación
tradicional y Pixar de la digital, consiguiendo entre ambos los mejores productos
de animación del mundo, acaparando
premios y éxito de taquilla y público. Pero parece claro que sus mejores años
han quedado atrás para ambos, así como aquella época dorada en que derrochaban
imaginación y originalidad (como prueba me remito a mi comentario sobre Monstruos University). Pero una cosa es
bajar el listón (cosa casi inevitable cuando el nivel era tan alto) y otra muy
diferentes llegar a ofrecer un producto realmente mediocre. Y, por desgracia,
en esas estamos ahora.
Aviones
no solo es una imitación de segunda de la premisa de Cars, sino que no tiene la más mínima gracia ni sentido. Llámenme
falto de imaginación, si quieren, pero ya para empezar me parece estúpida la
idea de un mundo donde los aviones hablan, sobre todo porque no existen límites
y no se explica qué es real y qué no. Los aviones y coches son seres vivos, de
acuerdo, ¿y los barcos no? ¿Estamos aparentemente en un mundo real, con sus
paisajes y escenarios reconocibles y de repente Nueva York tiene una Estatua de
la Libertad con forma de coche? De acuerdo, insisto en que esto igual es cosa
mía y ya estoy muy mayor para películas de estas características, así que
aceptemos pulpo como animal de compañía y prosigamos.
Estamos,
obviamente, ante una película infantil. ¿O no? A mi entender, las películas
infantiles no lo son solo porque sean de dibujos animados (que se lo explique
si no a los creadores de Manga erótico tan prolífico en Japón), sino por tener
una historia divertida y con mensaje acorde a sus edades. Y esta es la primera
gran carencia en Aviones.
El
mejor chiste de la historia está en su premisa argumentar: un avión con miedo a
las alturas. Estúpido, pero divertido en su absurdidad. A partir de ahí, nada.
NI chistes, ni gags ni puyas. No hay humor en esta película que es la
traslación casi textual de cualquier película deportiva al mundo de la
animación, con referencias evidentes a Rocky,
Top Gun, Grand Prix o incluso Fast & Furious. Si no me creen, observen
el esquema: se presentan los personajes, el protagonista parte con desventaja y
se clasifica por los pelos, comienzan las diversas carreras, contra pronóstico
el prota se pone el primero, hay un problema que lo deja al borde de la
eliminación, se sobrepone y gana in extremis, casi recurriendo a la foto finish
(¡uy, perdón!, les he contado el final, ruego me disculpen porque… ¿de qué narices estamos hablando? Es una
película Disney, nadie esperaba otro final, ¿no?). Así que de elemento
sorpresa, ninguno. Y lo que si arrastra es el mismo problema que en el cine deportivo,
que si no eres un apasionado del deporte en cuestión, te aburres soberanamente.
Y ojo, que aquí no estoy particularizando demasiado la crítica, no vayan a
pensar que tuve un mal día y la pago con los pobres avioncitos. Otra vez me voy
a auto promocionar: ¿leyeron mi crítica de Gru,
mi villano favorito, 2 donde les hablaba del ambiente que reinaba en la
sala? Pues bien, de nuevo me encontraba en un cine repleto de chiquillos y aún
estoy esperando la primera carcajada, la primera muestra de asombro, la primera
emoción. ¡Cómo se aburrían los pobres muchachos ante una película lenta,
soporífera y repetitiva! Además, el peso de lidiar con protagonistas mecánicos
es un lastre importante a la hora de realizar un desarrollo de personajes.
Fijémonos, por ejemplo, en el lado femenino. Un dibujo animado puede ser sexy
(todos recordamos las curvas de Jessica Rabbit) y de eso en Disney saben lo
suyo (y a las pruebas me remito con el polémico erotismo implícito de Esmeralda
en El jorobado de Notre Damme), he
incluso tenemos referencias de féminas sensuales no humanas, como la famosa
Afrodita A. Pero de ahí a presentarnos un avión femenino sensual (el modelo
indio) u otro apasionado (casi ninfómana) como el francés, pues… ¡Qué quieren
que les diga! Además, es sonrojante y casi insultante el abuso de tópicos a la
hora de dar personalidad a los diversos aparatos, siendo el colmo de los colmos
el avión mexicano. Imposible ser más previsible.
La
segunda gran carencia está en el apartado gráfico. Ya he dejado claro que no es
Pixar, como su hermana Cars, sino Disney, y eso se nota demasiado. Sólo a la
hora de reproducir paisajes hay cierta belleza en pantalla, cierta maestría,
porque los diseños de los aviones son tan sencillos y planos que en ciertos
momentos parece que nos encontremos con un producto televisivo de bajo
presupuesto, siendo la expresividad de los protagonistas simple y facilona.
Tampoco
encuentro, para finalizar, la necesaria moraleja, el mensaje final que aconseje
llevar a los más pequeños de la casa a ver esta obra que, disfrazada de alegato
en favor a la superación personal, nos termina mostrando a un personaje
empeñado en destacar en un mundo que no le corresponde y en el que solo triunfa
gracias a las ayudas de los demás, en algunos casos demasiado escandalosa para
no ser considerada como una trampa (recordemos que no es el camino de la vida,
es una carrera con sus supuestas normas y limitaciones).
En
resumen, nuevo paso atrás de la factoría Disney que a este paso va a perder
toda su magia mientras sus principales competidoras, pese a los presupuestos
claramente inferiores, les van pisando terreno. Triste, pero cierto. No es de
extrañar que la compañía de las Orejas se esté volcando tanto es sus dos
franquicias estrella, Marvel y Star Wars. Sin ellas, el futuro se prometería
negro. ¡Ay, si tío Walt levantara la cabeza!
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