viernes, 30 de agosto de 2013

EXORCISMO EN GEORGIA (2d10)

Estamos ante otra de esas tonterías supuestamente basada en una historia real destinada a un público muy poco exigente que acude al cine a ver películas de terror con el único fin de sobar a sus novias con la excusa de abrazarlas fuerte para que no lo pasen mal. Pero ni para eso les va a servir este film.
Dirigida con notable incompetencia por Tom Elkins, un editor de cine que debuta con esta cosa mal llamada película y que bien debería ser también su última propuesta. Independientemente de que nos creamos la verosimilitud o no de la historia (si juntamos todas las pelis de terror basadas en hechos reales uno no logra entender cómo el Anticristo no domina claramente a la humanidad), lo cierto es que no solo la trama se desarrolla con insoportable lentitud y cientos de planos absurdos de relleno (un primer plano a un fregadero, a una puerta, a la ventana…) sino que el supuesto giro de guion que nos debe dejar con la mandíbula desencajada se ve venir a leguas de distancia, resultando incomprensible que los protagonistas sean tan estúpidos como para no enterarse de lo que está pasando.
La historia es la siguiente. Una familia caracterizada por la cualidad de ver espíritus (del matrimonio protagonista, la hija de estos y la hermana de ella solo el varón  del clan es normal) no tiene mejor ocurrencia que irse a vivir a una casa perdida en mitad de la nada con su obligado pasado truculento, en esta ocasión rememorando la época de la esclavitud americana, y las apariciones no tardan en hacer acto de presencia para advertir a nuestros protagonistas de algo que ellos se empeñan tozudamente en ignorar.
La primera tomadura de pelo está en el título, ya que no hay en toda la película un solo exorcismo ni va de eso la cosa (no hay posesiones tampoco, así que ya me dirán). La segunda señal de que vamos por el mal camino es la avalancha de tópicos con que el tal Elkins nos golpea apenas comenzar la película para intentar asustarnos por el camino fácil, con golpes de música, apariciones  sobre montadas, chillidos sin sentido…  Tal es la propia desconfianza que el director muestra en sí mismo que pretende apostar seguro en esto del terror de baratillo, pero tanto abusa del recurso fácil que las únicas bocas que consigue abrir son para bostezar, no para gritar. Quizá en manos más competentes la historia habría podido funcionar en un formato televisivo en aquellas series clásicas de Dimensión desconocida o Más allá de la realidad, pero no para una película de cine de más de noventa minutos y un mínimo de ocho euros la entrada.
Nada en esta tontada es aprovechable (guion, fotografía, montaje, música) excepto, tal vez, los actores, los únicos infelices que parecen tomarse en serio el asunto y que ponen de su parte para que haya algo de calidad, aunque en ocasiones la buena voluntad no es suficiente. Los poco conocidos Chad Michael Murray y Abigail Spencer cumplen como pareja joven y guapa y consiguen caer lo suficientemente bien como para que nos preocupe lo que les pase, Emily Alyn Lind está en la estela de otras niñas de películas de terror que consiguen, pese a su tierna edad, convencen sin problemas y Katee Sackhoff es la única que tiene un poco de bagaje gracias a su participación en Galáctica, estrella de combate.

Si tras hora y cuarenta de aburrimiento y simpleza esto es con lo único que nos podemos quedar no creo necesario hacer mucho más comentario. Con películas así no me extraña que haya quien eleve a los altares a mediocridades como Expediente Warren.

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