viernes, 29 de julio de 2022

Cine: MEN

Resulta sumamente complicado hablar de Men sin desvelar nada de lo que sucede en pantalla. La fórmula sencilla sería decir que trata sobre la toxicidad masculina y que se podría resumir en «lo malos que son los hombres», pero eso distaría mucho de la verdad.

El propio director, Alex Garland, ya advirtió en la presentación del film que había construido la película en un 50%, obligando a que el 50% restante la construya el propio espectador.

Así, Men es una película sin un argumento demasiado lineal ni final, dejando que cada uno se monte la historia en su cabeza.

Ello implica pagar un peaje que para algunos es excesivamente caro. Y es que no hay duda de que Men no es una película para todos los gustos, quizá demasiado contemplativa en su arranque y abusando del surrealismo más grotesco en su parte final. En la sala en la que la vi (no demasiado llena, por cierto), la mayoría del público salió entre estupefacto e indignado, y es que los cien minutos de imágenes que Garland nos propone no son fáciles de digerir.

Y, sin embargo, se trata de una de las películas más bellas del año, con una presentación tan hermosa como escalofriante (la escena del túnel es magistral) y que demuestra lo que se puede llegar a conseguir cuando a un buen director se le da una libertad creativa total y se huye de los convencionalismos que solo buscan asegurarse una buena taquilla. Tanto es así, que Garland consigue concluir una película de terror hermanada en lo visual al Ari Aster de Midsommar y convierte en accesible el cine de Robert Eggers, conformando así un trío de cineastas de lo más imprescindible en el cine de género actual.

Interpretativamente, el trabajo de Jessie Buckley y Rory Kinnear es magistral, la primera echándose todo el peso del film a sus espaldas y el segundo demostrando una capacidad de transformación difícil de creer.

Harper es una joven que ha sido testigo del suicidio de su marido en pleno proceso de divorcio. Tratando de dejar atrás su pasado decide alquilar un bucólico caserón en la campiña británica, pero  el sentimiento de culpa la va a perseguir desde Londres. Pro, ¿es realmente culpa o se trata de una manipulación de la sociedad y los convencionalismos morales que la obligan a cargar un peso que no le corresponde? ¿Seguimos acaso maniatados por los ecos de un machismo que se niega a abandonarnos? Estas son algunas de las preguntas que se sugieren mientras nos muestrean paisajes capaces de enamorar junto a una colección de hombres que simbolizan diversos estratos de la masculinidad y a los que Harper debe enfrentarse ya sea de manera sutil (la lengua viperina y venenosa del cura) o totalmente contundente (el acosador desnudo).

Es brillante como Garland pueda hacer cambios de registro tan brutales como los de esta película y como el desconcierto y la incomodidad pueden invadir al espectador y perseguirlo finalizada la sesión con ese clímax final completamente gore tan desagradable como hipnótico.

Men, permitidme insistir en ello, no es una película para todos los gustos, pero creo que todo el mundo debería darle una oportunidad, aunque sea solo para poderla odiar con conocimiento de causa. Y es que, como el buen arte (que en el fondo es lo que Men es), lo que es indiscutible es que la película no va a dejar indiferente a nadie.

 

Valoración: Ocho sobre diez.

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