Mientras realiza una breve pero interesante aparición en Thor: love and thunder, con Jurassic World: Dominion aún en el recuerdo y a la espera del estreno de la esperadísima Guardianes de la Galaxia, vol. 3 que ya ha finalizado su rodaje, y entre polémicas y meteduras de pata en las redes, Chris Pratt aún ha tenido tiempo de convertirse en el actor mejor pagado por una serie de televisión y ser el reclamo principal de la apuesta más fuerte de Amazon Prime (mientras llegue el turno de su Señor de los Anillos) para esta temporada.
La lista final es la historia de un comando de Navy Seals que es
emboscado en una misión en Siria donde sólo sobre vive James Reece, el
personaje interpretado por Pratt. A su regreso a los Estados Unidos, una serie
de discordancias entre sus recuerdos y los informes oficiales invitan a pensar
que la mente puede estar jugándole una mala pasada y cuando su familia es violentamente
asesinada él parecerá el principal sospechoso.
Llegados
a este punto, la serie parecía ser un complicado juego de esquizofrenia y
falsas verdades, arrastrando al espectador entre la realidad y la ficción y teniendo
en Reece a un narrador poco fiable, pero enseguida rechazan la carta del
suspense para mostrar las verdaderas intenciones de la propuesta, que no son
otras que la de conformar una historia de venganza que pretende aunar, sin
demasiado éxito, los laberintos burocráticos del sistema americano, con
intrigas que parecen sacadas de una novela de Tom Clacy, con el cine de Charles
Bronson que queda ya algo anejo. Así, Pratt, sin el menor rastro del sentido
del humor que lo acompaña en sus personajes habituales, se convierte en una
especie de Rambo con unas dotes detectivescas nada sutiles, que irá dejando un
reguero de sangre en su camino a descubrir la verdad que se oculta tras sus
problemas de memoria y la muerte de sus seres queridos mientras tacha, como si
de la Uma Thurman de Kill Bill se
tratase, objetivos de su lista negra.
La
serie tiene no pocas virtudes, como una buena dirección (siguiendo el camino
marcado por Antoine Fuqua en el primer episodio) y una reunión de actores
bastante reconocibles, como Taylor Kitsch, Constance Wu, Riley Keough, Jeanne
Tipplehorm o Jai Courtney o una acción in crescendo, pero también muchos peros,
entre los que se encuentra un alargamiento excesivo de su trama, quizá más
válida para una película que para una serie de ocho capítulos. Así, el cambio
de tono del primer tercio de la serie respecto al final hace que se plantee como
algo aburrido y el resultado final se intuye demasiado alargado.
Parece
como si, tras el buen funcionamiento de propuestas como Jack Ryan o Jack
Reacher, en Amazon Prime quieran especializarse en adaptar novelas de acción
con trasfondo militar (estamos ante la adaptación de la primera novela de una
pentalogía escrita por Jack Carr). Lo malo es que en este caso, y sin querer
entrar en polémicas políticas, la cosa tiene un ligero tufillo republicano,
cosa que no debería ser mala en absoluto (allá cada uno con sus ideales) si no
fuese por el peligro de que la serie pueda ensalzar el uso de las armas y la
política del ojo por ojo.
Quizá
el mayor valor de la serie sea la posibilidad de entablar un buen debate acerca
de las decisiones morales tomadas por el protagonista y analizar si estamos
ante una historia de héroes o villanos o si, de alguna manera, todos tienen
algo de villanos.
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