No es nada novedoso acometer un biopic sobre una leyenda musical. Ya en el pasado vimos cientos de ejemplo, como Gran Bola de Fuego (cuyo arranque tienes muchas similitudes narrativas con esta película) sobre Jerry Lee Lewis; La Bamba, sobre Ritchie Valens; The Doors, etc. Sin embargo, ha sido el tremendo éxito de Bohemian Rhapsody, la supuesta adaptación a la biografía de Queen, la que ha marcado un antes y un después y ha propiciado un aluvión de recuperaciones de canciones míticas, ya sea en modo biopic como Rocketman o en modo homenaje, como el Yesterday de The Beatles o el Last Christmas de George Michael.
Elvis supone una nueva vuelta de tuerca al modelo, acercándose a la figura
del rey del rock empleando casi todos los tropos habituales pero con un estilo
visual muy particular, algo que solo Baz Luhrmann (idolatrado por unos, odiado
por otros) podría acometer. Es casi como si hablásemos, una vez más, de un blockbuster de autor.
Y
es que si nos paramos en la figura de Elvis Presley como tal descubriremos que,
más allá de lo que a cada uno puedan gustar sus canciones, su vida no deja de
ser muy paralela a la de otros artistas de la época, aupados a los más alto
gracias, aparte de a su talento natural, a un avispado mánager, cayendo en
desgracia tras no saber cómo afrontar esa fama tan excelsa y peligrosamente
efímera (regada con una buena cantidad de decisiones mal tomadas) y una muerte
prematura. Por eso, Luhrmann apuesta por poner toda la carne en el asador con
dios apuestas concretas: por un lado, su particular manera de contar las cosas,
con un derroche visual hipnótico que a menudo puede rozar lo kitsch (algo que sucedía
con el propio Elvis) y un montaje frenético por un lado y repartiendo el peso
de la historia entre dos personajes: el cantante y su mánager, el coronel Tom
Parker. De hecho, hay momentos en los que uno se pregunta si no es este último
el verdadero protagonista de la historia.
Esto
se debe, en gran medida, al gran trabajo que realiza Tom Hanks (que parece
inspirarse en su propia creación para The
Wonders) dando vida al supuesto villano de la función, que sin desmerecer
la gran actuación de Austin Butler (todo un descubrimiento), termina por
robarle toda la atención.
Este
juego de demonizar al mánager para blanquear algo la figura del artista es el
mismo que Singer (o quien quiera que terminase dirigiendo Bohemian Rhapsody) ya hiciera con respecto a Freddie Mercury, pero
que Luhrmann lleva al extremo, convirtiendo al indeseable tipejo en narrador
(poco fiable) de la historia y jugando a que nos convenza de su honestidad.
Un
riesgo que corre el realizador australiano en su película es la de querer
abarcar una vida entera en lugar de centrarse en un episodio concreto de la
vida de Elvis (como, por ejemplo, hace Judy),
pero para ello realiza un recorrido casi fugaz deteniéndose solo en algunos
episodios concretos que le interesan para dar forma a su historia y con los que
consigue que las más de dos horas y media de film pasen en un suspiro.
No
es esta, desde luego, una biografía literal del cantante de Memphis, de manera
que quien quiera saber todos los pormenores de su vida o espere un grandes
éxitos del artista, se podrían sentir decepcionados (en este sentido era más
literal la Oscarizada película protagonizada por Rami Malek), pero no cabe duda
de que estamos ante la mejor película posible sobre el rey del rock, una obra
gigantesca, brillante e impactante que se adapta más a los deseos de su autor
que a los del público, pese a lo cual parece que este último está respondiendo
bien.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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