Con semejante título en español, ¡Caña al extraterrestre! es una película que no puede engañar a nadie. Con producción noruega e inspiración (eso dicen) en un fenómeno real, el nuevo estreno de Netflix se presenta como una de esas películas festivaleras que podrían provocar aplausos y carcajadas por igual (para lo bueno y lo malo) en lugares como Sitges pero que va a provocar estupor y asombro en los hogares de la mayoría de espectadores que se atrevan a tastarla.
La
trama versa sobre una despedida de soltero en la que el protagonista invita a
un inversor potencial de su empresa con la esperanza de mostrarle su lado más
aventurero y salvaje y hacerse así con su confianza. El lugar elegido como
destino es una población boscosa que se ha hecho popular por la aparición, hace
unos años, de una serie de luces brillantes en el cielo, lo que invita a pensar
que estamos ante una inminente invasión extraterrestre que pillará por sorpresa
a nuestros protagonistas.
El
enviar a una serie de compañeros de oficina (más algún añadido casual) a
enfrentarse a una amenaza insospechada puede recordar, en clave más de terror,
a Desmembrados (con la que comparte espíritu)
o a la mucho menos cachonda Ejecutivos agresivos, pero que a la hora de la verdad (aparte de lo que pueda recordar
el aspecto de los extraterrestres -en realidad, humanos «zombificados»- a La
Invasión de los ladrones de cuerpos) a quien quiere parecerse es a Bienvenidos al fin del mundo, emulando
muchos de los tics de la saga de la trilogía del Cornetto.
Así,
entre pugnas contra los extraterrestres, confusiones policiales y algún que
otro melodrama familiar, ¡Caña al
extraterrestre! pretende ser una comedia sobre la amistad, reuniendo a dos
amigos de la infancia cuyos caminos por la vida les ha distanciado y utilizando
la invasión extraterrestre para hacerles conectar de nuevo. Muy en la línea del
cine de Edgar Wright, al cual copian incluso el estilo de montaje en alguna que
otra escena concreta.
Como
cabe esperar de un producto así, no hay que ponerse muy exquisito ni buscarle
los tres pies al gato. Estamos ante una comedia tontorrona y descerebrada que
consigue, lo que no es poco, conformar a un grupo de protagonistas bien
definido y a los que es fácil cogerles apego, con lo que la balanza, tras una
trama absurda y unos efectos especiales más bien limitados, queda más o menos
equilibrada.
No
da para soltar la lagrimita, pero si logra cumplir con las buenas intenciones
que se propone y logra sacar alguna que otra carcajada, lo que ya basta para
satisfacer, por lo menos, a ese público al que va destinada.
Valoración:
Seis sobre diez.
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