martes, 12 de julio de 2022

Visto en Netflix: EL HOMBRE CONTRA LA ABEJA

Tras un tiempo fuera del candelero, Rowan Atkinson parece dispuesto a resurgir de las cenizas encadenando una serie de proyectos a priori interesantes, como su participación (entre un montón de nombres ilustres) en la nueva adaptación de Willy Wonka o su retorno al que a la larga ha sido el personaje que le ha dado la fama, Mr. Bean. Pero para empezar, Atkinson debuta en Netflix en una nueva serie creada por él mismo y que, a priori, es muy bebedora de sus roles habituales, ya sea Bean o Johnny English; es decir, un personaje torpe y desastroso que va provocando el caos a su alrededor.

La diferencia estriba en que mientras aquellos eran simples torpes de buen corazón y las mejores de las intenciones, la nueva creación de Atkinson se presenta como un imbécil redomado, alguien de quien incluso podríamos intuir algún tipo de problema mental. Y eso ya o hace tanta gracia.

La premisa es terriblemente sencilla. Un hombre separado con un historial de problemas a sus espaldas es contratado para cuidar una lujosa y moderna casa durante las vacaciones de sus dueños. Un trabajo que, ya de primeras, no parece demasiado sencillo, en vista de la compleja tecnología inteligente que utiliza la casa y a la que hay que añadir el cuidado de un perro delicado de estómago, pero de las que Trevor, el protagonista, podría haber salido adelante si no fuese por la intromisión de una abeja que va a ser capaz de desquiciarlo hasta puntos insospechados.

Así, El hombre contra la abeja es una colección de estupideces reunidas en nueve episodios e apenas diez minutos cada uno (lo mejor que tiene es lo rápida que se ve) sin ninguna coherencia en sus cortes (casi parece como si fuese una película a trozos) en la que las torpezas iniciales, propiciadoras de alguna risa para los fans del actor, se vuelven tan demenciales que cuesta simpatizar con el personaje. A mí, por lo menos, la destrucción gratuita de la propiedad ajena no es que me haga especial gracia, la verdad.

Si ser, por tanto, nada del otro mundo, lo peor quizá sea el episodio final, en la que hay un giro inesperado (y totalmente absurdo y mal desarrollado) en busca de una redención totalmente innecesaria y poco creíble que no hace más que estropear una serie que en ningún momento ha conseguido brillar como pretendía.

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