Comenta un personaje de mi última novela, El hombre de trapo mataba por amor, la coincidencia de que muchos directores responsables de blockbusters de superhéroes hayan iniciado sus carreras en el mundo del terror. Así, Sam Raimi hizo la trilogía de Posesión Infernal antes de enfrentarse a la saga de Spider-man y regresar al mundillo con Dr. Strange y el multiverso de la locura, John Watts debutó con Clown antes de hacerse mundialmente famoso por su visión del Spider-man de Tom Holland, Jack Snyder tiene más éxito con sus películas de zombis que con su aproximación al Supermany al Batman de la Liga de la Justicia y poco hay que señalar de la carrera de James Wan antes de Aquaman.
Algunos
de ellos regresaron al género después de comprobar lo agotador que pueden ser
las adaptaciones comiqueras, y el caso de Scott Derrickson es un buen ejemplo
de ello. Después de mostrar su valía en El
exorcismo de Emily Rose, Sinister o Líbranos del mal antes de derrochar imaginación visual en Dr. Strange, y fue su deseo de ahondar en el terror lo que
finalmente lo apartó de su secuela para regresar al cine más pequeño de la mano
de Blummhouse y dar a luz esta Black Phone.
Aunque
ambientada en los años setenta, Black
Phone tiene mucho de Strangers things,
como si de un reverso (aún más) tenebroso de aquella se tratara, a la vez que
rememora el espíritu de muchas obras de Stephen King (no por casualidad la
película adapta un relato corto de Joe Hill, hijo del escritor de Maine). De
nuevo con Ethan Hawke como aliado, Derrickson (que también firma el guion junto
a su inseparable Robert Cargill) se las apaña para sacar oro del relato corto
de Hill, enriqueciendo el cuento de fantasmas original y creando un mundo a su
alrededor de gran riqueza, haciendo un verdadero esfuerzo por crear unos
personajes interesantes y muy bien escritos y consiguiendo aunar dos
interpretaciones muy talentosas en el rol de los niños protagonistas, Mason
Thames (que tan solo había hecho un par de cosillas en televisión) y, sobretodo,
Madeleine McGraw (con una carrera más extensa pero cuyo papel más destacado
hasta le fecha era la de la Hope niña en Ant-man y la Avispa).
Black Phone gira alrededor de un secuestrador de niños
(impagables las máscaras diseñadas por Tom Savini que ocultan el rostro de
Hawke) y los intentos de la última de sus víctimas por escapar con vida,
ayudado por las voces que escucha a través de un teléfono negro aparentemente
roto. Estos elementos, prácticamente calcados del relato original, sirven como
base para una estupenda historia de fantasmas con un estupendo retrato de la
adolescencia (con el dolor por la pérdida y el abandono por en medio) donde hay
cabida para el maltrato, el duelo y el buling sin que ningún elemento desvíe la
atención de la aterradora historia principal.
Black Phone no es terror puro, y por ello no hay que buscar un
exceso de sustos gratuitos (aunque alguno hay, pero muy medido y muy bien
colocado), sino una atmósfera insana y muy desasosegante que mantiene en vilo
al espectador, casi sin respiración, hasta un desenlace en el que no se
encuentran todas las respuestas que uno podría plantearse, pero que ni falta
que hace. Esta es, como ya he dicho (y no es gratuito que este sea precisamente
el título del recopilatorio en el que se ha publicado el mencionado relato),
una historia de Fantasmas, y como tal no hay que buscar más explicación que la
que engloba todo lo desconocido y lo sobrenatural.
Puede
que sea precipitado, gratuito incluso, hablar de que estamos ante la mejor
película del año, pero desde luego, Black
Phone es una propuesta muy interesante, que acongoja y provoca que la
anterior propuesta estrenada de Blummhouse
(casualmente una adaptación de papá King), Ojos de fuego, quede en ridículo.
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