Parece ser que ya es el momento definitivo para dejar atrás la franquicia de películas de Resident Evil de Paul W. Anderson y Milla Jovovich y mirar al futuro con ojos nuevos (sin olvidar que por en medio ha habido diversas películas de animación más o menos interesantes).
Esta
vez en formato serie, Resident Evil
es una propuesta de Netflix que
pretende ser más o menos continuista de los juegos (ahí no puedo opinar
demasiado; he jugado a un par, pero no soy plenamente conocedor de la saga) y
nos traslada a un futuro donde lo sucedido en Raccon City es cosa del recuerdo
pero demostrando que en Umbrella no han aprendido de sus propios errores.
Dividida
en dos líneas temporales, la serie nos va contando como esa nueva Umbrella nos
va a llevar de nuevo a un apocalipsis zombi mientras que en paralelo vemos las
andanzas de la protagonista en ese futuro desolador, complementándose una línea
con la otra.
Muchas
de las críticas a la serie han venido precisamente por esa estructura, pero eso
es lo que más me ha gustado a mí, sobre todo en su arranque, permitiéndome
disfrutar de la sangre y la violencia propia de las producciones de género Z y ofreciéndome
a la vez una historia familiar y de intrigas empresariales que me estaba gustando
bastante. El problema radica en que no siempre están bien medidos los tiempos,
y cuando la serie se queda más tiempo de la cuenta en una de las dos líneas
temporales puede llegar a abrumar, desvelando que ninguna de las dos tramas (ni
los personajes involucrados en ellas) son tan interesantes por sí solos como
para mantener la serie en pie. Además, cuando más se pone la carne en el asador
(sobre todo a partir del séptimo episodio) más se notan las carencias de un
buen trabajo de realización, topándome con planos torpes y desganados que casi
caen en el ridículo, algo más grave aún si consideramos que es un momento de la
trama que debe tomarse muy en serio para no volverse demasiado absurda. Eso y
un clímax final algo flojo son las principales pegas que pongo a una serie que,
por otro lado, me ha entretenido bastante.
Aplaudo
la valentía de Netflix por no cortarse en cuestiones de sangre y el presupuesto
parece lo suficientemente generoso para que todo luzca muy bien, incluso cuando
se muestran seres monstruosos sin que den demasiado cante.
Así
pues, considero que como serie de zombis merece que se le dé una oportunidad,
aspirando (de no ser por ese mencionado gore) a ser más familiar y abarcar a un
target más amplio de lo previsible.
Eso
sí, los que esperen encontrarse con una traslación literal de los videojuegos
quizá deban seguir esperando otra oportunidad. No creo que haya aquí mucho del
espíritu de estos.
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