Con algo de retraso he podido terminar ya la tercera temporada de The Boys y debo reconocer que el resultado ha sido más que satisfactorio. Tras una temporada dos que me resultó algo más plana (quizá por haberme recuperado ya de la bofetada que supuso su primera temporada), quizá más pendiente de provocar que de narrar (algo que se está convirtiendo en una preocupante moda viendo el éxito de cosillas como El Pacificador), en esta nueva tanda de episodios la serie de Amazon Prime levanta el vuelo y consigue que la pugna entre Patriota y Carnicero sea más electrificante que nunca, aunque para ello se deba pagar el peaje de ver poco en acción al resto de Los Siete, alguno de los cuales apenas luce en pantalla.
Ello
no significa que la serie haya dejado de lado su vertiente coral, habiendo
subtramas interesantes para cada uno de los protagonistas, estén en el bando
que estén, pero se apuesta casi más por su faceta humana que por la
superheróica (y es que en algún sitio hay que recortar gastos), y eso siempre
se echa en falta en una serie de estas características.
De
todas formas, tampoco es una temporada perfecta, ya que se siente como que se
ha perdido el rumbo con algún personaje que nunca han sabido tratar bien (estoy
pensando, por ejemplo, en Negro Oscuro) o el hecho e que, pese a todo lo que
sucede en esta temporada, al final las cosas queden más o menos como estaban,
necesitando la serie, quizá, de alguna baja significativa en el bando de «los
buenos» para poder sentir de verdad el peligro y la presión a la que están
sometidos.
Puede
que, en el fondo, las virtudes y los problemas de esta serie radiquen en lo
mismo: la provocación. Es tanto el afán de ir más allá de lo que nadie se ha
atrevido nunca que se pierde por el camino el resto de virtudes. El ejemplo más
claro de ello es el capítulo clave de esta temporada, Herorgasm, el más publicitado de toda la temporada y que provocó
que la semana de su emisión fuese el centro de todas las conversaciones,
provocando, por el contrario, que el clímax final de la serie quedase opacado.
Además, el episodio en cuestión es, posiblemente, el mejor de la temporada,
pero no por lo que se presuponía. Al final, la fiesta sexual de los superhéroes
tampoco ha sido para tanto y ha dejado en un segundo plano a la mejor pelea de
la temporada, ese brutal enfrentamiento entre Carnicero, Patriota y Soldier Boy
al que no iguala ni siquiera el del clímax final. Es un caso claro de cuando
los árboles no permiten ver el bosque.
Como
sea, si se entra en el juego y se acepta las salvajadas de The Boys, la propuesta sigue siendo muy divertida y gamberra,
sangrienta hasta el ridículo y traspasando límites a los que Marvel y DC no van a llegar nunca, lo cual no es por definición algo
necesario.
Habrá
cuarta temporada, y estaremos aquí para disfrutarla, pero ¡ojo!, pues si bien
esta es superior a la segunda, no estoy muy seguro de cuanto se pueda seguir
estirando la cosa. En los comics, al menos, el impacto decayó pronto. Ya
veremos lo que sucede con la serie…
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