En 2014, Chad Stahelski y David Leitch, conocidos, entre otras cosas, por ser dobles de acción de keanu Reeves en la saga Matrix, dieron el salto a la silla de dirección con John Wick, forjando sus propias leyendas. Mientras el primero sigue unido a la saga, a punto de estrenar la cuarta entrega, el segundo se ha encargado de ha encargado de joyitas como Atómica, Deadpool 2 o la reciente Bullet Train.
Con
Turno de día, J.J. Perry, que ha sido
doble de acción del propio Reeves en las películas de John Wick, parece querer tomar el testigo, pero si bien su pulso a
la hora de dirigir el firme y muy efectivo, me temo que su película queda muy
lejos del aura de culto que lograron sus antecesores al inaugurar la saga de
Wick.
Netflix sigue buscando desesperadamente una franquicia con la
que liderar las producciones de largometrajes para streaming, pero sigue sin encontrar la tecla. Y no será por falta
de medios o artistas de talento involucrados. La clave, creo, está en la
chispa. Por algún motivo, sus películas carecen de esa chispa necesaria para
pasar de ser buenas películas a clásicos eternos. Ya sucedía con La vieja guardia, Alerta Roja, Proyecto Power,
El proyecto Adam, Enola Holmes, etc. Quizá la que más
posibilidades de conseguirlo sea Ejército de los muertos, película que, curiosamente, comparte guionistas
con Turno de día.
El
título de Perry, protagonizada por Jamie Foxx y con Dave Franco y Snoop Dogg en
el reparto, mezcla de forma irregular el terror y la comedia para contarnos la
historia de un cazavampiros que necesita dinero urgente para pagar la escuela
de su hija o se arriesga a perder a su familia para siempre. Toques superfluos
de drama familiar muy en la línea del Deadshot de Will Smith en Escuadrón Suicida y que, a la hora de la
verdad, tampoco es que vaya a ningún lado.
La
película nunca pretende tomarse en serio a sí misma, con momentos que rozan el
absurdo (lo de las cabezas parlantes nunca me ha hecho gracia), casi como si se
quisiera mirar en el espejo de Abierto
hasta el amanecer (el personaje de Dogg podría haber salido directamente de
ese universo), pero sin la presencia de Rodríguez y Tarantino la cosa no pasa
de simple reflejo.
La
película, con todo, es muy entretenida, dejando claro que el humor prima
siempre por encima del terror y que la acción es desenfrenada y muy efectiva,
pero tengo demasiados problemas con su guion como para poder aplaudirla. Más
allá de esas excentricidades que ya he mencionado, ciertas decisiones
argumentales me sacan de la película (quizá el problema es mío, por ser un fan
del género vampírico y tomármelo todo demasiado en serio), como el hecho de que
el protagonista, al principio, se las ve y se las desea para derrotar a una
vampira anciana y luego se enfrente con facilidad a un nido entero, que nos
muestren unos vampiros muy modernos que usan motos y quieren dominar el mercado
inmobiliario pero luego se escondan al final de túneles iluminados por
antorchas o que la villana se presente como un ser extremadamente poderoso y en
el clímax final esté escondida como una rata. Detalles que pueden parecer
insignificantes pero para mí resumen lo poco formal que pretende ser esto.
En
resumen, entretenimiento eficaz aunque algo burdo que se disfruta pero que,
como tantas, no permanecerá en nuestras memorias.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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