Como
ya me he quejado amargamente en multitud de ocasiones, Disney parece haber perdido mayoritariamente su inspiración y, ante
los fracasos estrepitosos de sus pocos productos originales (ahí están las
deficientes Un pliegue en el tiempo o
Artemis Fowl para demostrarlo), se
están limitando a convertir en imagen real sus grandes clásicos de la
animación. Para ello, han optado por dos vías diferentes: fotocopiar
descaradamente al original, caso de El libro de la Selva, El Rey León, Aladdin, Mulan, etc. con diferencias sutiles pero mayoritariamente
irrelevantes (y que en muchos casos incluso pierden en comparación con la
película madre), o reimaginando a modo precuela lo que habría sucedido antes de
los acontecimientos ya conocido, poniendo hincapié, al menos hasta ahora, en
las villanas. Ya lo hicieron con relativo tino en Maléfica (secuela incluida), donde justificaban y redimían incluso
a la antaño malvada madrastra de La Bella
Durmiente, y es turno ahora de la pérfida Cruella Devil de 101 dálmatas.
Más
allá de las consideraciones a tener en cuenta por esta manía de humanizar
villanos, el gran mérito de Cruella
es que es capaz de alzar el vuelo por sí sola, sin nacer ya como rémora de la
película de los perretes, con la que ni siquiera tiene tanta conexión como
cabría suponer. De hecho, el anuncio de que ya están trabajando en una secuela
pueda venir del hecho de que la tal Cruella, al término del presente film, no
está todavía, ni mucho menos, en el mismo nivel que la encontrábamos en 101 dálmatas.
No
es Cruella una película de grandes
excelencias, quizá debido a la carencia de un director de más brío narrativo.
Hay momentos del film en lo que uno imagina lo que podría haber hecho aquí el Tim
Burton de los buenos tiempos (no el domado por Disney para Alicia en el País
de las Maravillas o Dumbo),
aunque tampoco es que el trabajo de Craig Gillespie, que ya me convenció en Yo, Tonya, donde extraía lo mejor de
Margot Robbie, sea ningún demérito. Es solo que se echa en falta algo más de
garra en la dirección, siendo más recordadas algunas secuencias por la
maravillosa colección de canciones que la acompañan que por su puesta en
escena.
Cruella nos cuenta los orígenes de la villana desde su
infancia, cuando su nombre real era Estella, indagando, como en las películas
lideradas por Angelina Jolie, en los motivos que la llevaron a ese nivel de
locura caótica en la que, vista la película, muchos han querido ver un reflejo
del Joker de Todd Phillips. Sin
embargo, esta antiheroína, más cercana a la Harley Quinn de Robbie que al Joker
de Phoenix, se diferencia de otras propuestas similares en el detalle de que,
pese a todos los sucesos aquí visto, su maldad le viene de serie. No es
necesario ningún arco dramático (en este caso la muerte de su madre, con giro
incluido) para justificar la existencia de Cruella, una parte oscura oculta en
la mente de Estella y que se ve reflejado en la cabellera de nacimiento de dos
colores.
Cruella
abraza el caos, sí, pero lo hace de una manera muy aleatoria, demasiado quizá,
como para estar ante un ejercicio de análisis psicológico. No es a esto a lo
que quieren jugar los de Disney, que
para el film, bastante más noir de lo
esperado en una producción PG-13, han
recurrido a múltiples referencias. La más evidente, El diablo se viste de Prada donde el personaje al que da vida con
maestría Meryl Streep estaba inspirado, precisamente, en la Cruella Devil de
Glenn Close de las dos películas (anteriores a esta moda del live-action actual) que ya se habían
hecho con actores de carne y hueso de la versión animada de los dálmatas. Hay
más reflejos, como ese aire a lo Robin Hood que tiene Cruella, líder de una
alegre pandilla que, a su vez, es muy dickeniana. Y tampoco faltan, por
supuesto, los desacuerdos clásicos de las grandes bandas de rock, ejemplarizadas,
pongamos por caso, en Bohemian Rhapsody,
cuando el éxito llega a embriagar a su líder hasta el punto de hacerle perder
los papeles. Finalmente, la dualidad entre Cruella y Estella también podría
estar inspirada en la Selina Klye/Catwoman de Michelle Pfeiffer en el Batman Vuelve de (todo es cíclico),
precisamente, Tim Burton.
Todo
esto hace pensar en que poco hay de original en Cruella. Y eso es cierto. Pero la mezcla de referencias, que en
otras ocasiones podría devenir en un pastiche horrible, funciona bastante bien,
haciendo que las más de dos horas de película pasen en un suspiro, alternando
humor, emoción y momentos de locura muy cool
en el que nada llega a desentonar en ningún momento.
Claro
que todo esto podría haber sido muy diferente de no contar con dos portentos de
actrices como son Emma Stone y Emma Thompson, que parecen rivalizar por ver
quién consigue que su personaje resulte más protagonista que el otro y que
brillan en un auténtico choque de trenes, demostrando ambas su total
implicación en la propuesta.
Por
todo ello, sin que haya realmente nada especialmente aplaudible en un análisis
individual, el conjunto resulta ser una estupenda propuesta, más adulta de lo
esperado, que sabe tomarse su tiempo para contar bien las cosas y con un
epílogo que es casi una broma cruel (e incestuosa) hacia lo que está por venir.
Definitivamente,
esta segunda vía tomada por Disney es
mucho más inspirada que la de las meras fotocopias. Espero que tomen nota de ello,
aunque tampoco albergo muchas esperanzas.
Valoración:
Siete sobre diez.
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