Coralie Fargeat debuta con Revenge después de haber realizado algún cortometraje y ser asistente de dirección en alguna que otra película. Es, este, un trabajo casi de autor completo, ya que la realizadora se encarga también del guion y la edición, y viendo el resultado final (y los premios que se ha llevado en este Festival), no le ha ido nada mal, la verdad.
Revenge es una historia dura, cruel y muy sádica narrada con un humor negro que permite hacer la suficiente suspensión de la incredulidad para aceptarla sin problemas.
Un hombre casado utiliza como coartada una salida de caza con sus amigos para tener unos días románticos con su amante en una impresionante casa aislada del mundo en pleno desierto. Sin embargo, sus compañeros de caza llegan antes de lo previsto, y su convivencia con la hermosa Jen no va a ser todo lo plácida que podría suponerse. La joven se convierte en el eslabón débil (y prescindible) del grupo, pero nadie podía prever un giro de los acontecimientos que iba a convertir a los cazadores en cazados y la jornada lúdica en una sangrienta venganza.
Con Revenge se reivindica, una vez más, el papel de la mujer en el cine, permitiéndola ser tan dura y poderosa como cualquier hombre. Esta podría ser una historia de venganza a lo Charles Bronson, pero la actriz Matilda Anna Ingrid Lutz demuestra que no necesita a nadie que pelee por ella.
No hay apenas nada verosímil en la película, eso hay que avisarlo de entrada, pero allí donde la historia peca de sencillez y exageración Fargeat lo compensa con la puesta en escena, con imágenes donde saca el máximo partido de los espectaculares paisajes y consiguiendo un ritmo imparable que permite olvidarse de todo lo absurdo que está aconteciendo en pantalla.
Revenge es, en fin, una película salvajemente divertida, dolorosa en su crueldad y excesivamente sangrienta. Un festival carmesí que augura un gran futuro a su realizadora.
Valoración: Seis sobre diez.
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