Aunque este año el Festival internacional de cinema Fantàstic de Catalunya, Sitges 2017, ha empezado un día antes de lo habitual (un jueves, cosa que, por cierto, ya hacía hace años), ya comenté que por motivos de agenda este no iba a ser mi año más fructífero.
Mi presencia en el salón, no obstante, era obligada y los dos fines de semana pertinentes pienso dedicarlos a recorrer las preciosas callejuelas de la villa del Garraf y disfrutar (o no) de un buen puñado de proyecciones.
Además, este año, en el que se celebra la cincuentena edición del festival, va a ser un poco especial para mí a nivel personal, ya que mi primera novela: Mundo Muerto, se encontrará a la venta en algunas de las paradas temáticas que hay junto a la playa de Sant Sebastià. Siendo la obra de género Z y situándose el final de la narración en la mismísima Sitges, su presencia aquí era imprescindible.
Esta edición está dedicada al mayor icono del género de terror (cinematográfico y literario) que haya existido jamás: Drácula. Con un cartel dedicado a la creación de Brad Stocker, cualquier rincón del pueblo puede servir para hacerse una divertida (y aterradora) fotografía escapando de un ataúd o posando junto a algún gigantesco murciélago. El propio hotel Melià, cuna del Festival al ser quien aloja mayoritariamente a las estrellas invitadas y en cuyo auditorio se ofrecen las principales proyecciones, presentaba la silueta de la icónica versión de Gary Oldman en su fachada principal.
Este año se ha vuelto a las antiguas costumbres de adelantar la inauguración al jueves, con lo que se puede disfrutar de un día más de proyecciones, y aunque no pude disfrutar de la película inaugural, la aclamada El peso del agua, sí pude disfrutar de la verborrea y el humor de su director, Guillermo del toro, cuando le entregó al no menos genial Santiago Segura el galardón de La máquina del tiempo.
Se temía un ambiente enrarecido por la situación política y social en Catalunya, pero por el momento esa tensión solo se vio reflejada con la ausencia de los jóvenes protagonistas de Strangers thinks, que estaba previsto acudieran a presentar la secunda temporada de la serie de Netflix. Los que no fallaron, entre otros, fueron los representantes de la divertida Sólo se vive una vez, ni Jaume Balagueró y su “musa” ni tampoco Sergio G. Sánchez debutando en el cine con Barrowbone.
No faltó el sábado (hay tradiciones innegociables) la popular Zombie Walk, donde los visitantes demuestran sus dotes para el maquillaje (y si no la propia organización dedica la mañana a realizar maquillajes gratuitos) y convertirse, por unas horas en aterradores muertos vivientes. Este año las cheerleaders parecían ser el tema más recurrente.
También es ya una cita imprescindible las proyecciones de Realidad virtual patrocinadas por Samsung, los cortometrajes seriados de Gas natural Fenosa y el espacio Movistar, amén de las exposiciones en la Casa Bacardí.
Todo ello, junto a los encantos propios de Sitges y las actividades alternativas que enriquecen el fin de semana, son un complemento ideal a la infinita variedad de películas que se ofrecen en el programa. En mi caso, y para ir abriendo boca, dos por jornada. Y aunque ver una película en un Festival como este siempre tiene un componente de aventura, debo reconocer que por ahora la selección está resultando muy acertada, mérito como siempre de Rafa, el “asesor del Festival” de El panda Cinéfilo y al que debéis seguir sí o sí en Facebook en su grupo allyouneedisaescape si sois fans de los Escape Rooms.
Ahora sí, sin más rodeos, vamos a por el cine:
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