Analizada por separado, Annabelle Creation debería ser considerada una película del montón, un ejemplo más de cine sobre casas encantadas con más misterio que terror y sustos prefabricados a base de trampas sonoras. Nada nuevo bajo el sol.
Es entonces cuando recordamos lo horrible que fue Annabelle y una sonrisa de alivio se nos dibuja en la cara. Tal y como sucediera hace no mucho con Ouija: el origen del mal, la precuela que pretende contar el origen de la aterradora muñeca resulta ser muy superior que su antecesora. Estamos de pleno en el llamado Warrenverso, ese mundo ficticio creado por James Wan en Expediente Warren: The Conjuring y que, a la espera de la llegada de cierta perturbadora monja, no parece tener fin, a no ser que el surrealista juicio en que está metida Warner (según el cual debe demostrar la existencia de fantasmas para no pagar una pasta gansa a Gerard Brittle, autor de los derechos del matrimonio Warren) lo provoque.
Annabelle Creation no es, en realidad, una película sobre la muñeca Annabelle. Aparte de lo espantosamente fea que es poco tiene de aterrador el infecto juguete que se limita a ser una presencia constante en el film, que pronto deriva, como he comentado ya, en el subgénero de las casas encantadas e, incluso, en el delas posesiones demoníacas. Gracias a un correcto trabajo del director David F. Sandberg y al eficaz reparto adolescente (aunque alguna de ellas, como Grace Fulton, poco tiene ya de niña), la película se sostiene con bastante solvencia. Pese a la presencia de veteranos ilustres como Miranda Otto y Anthony LaPaglia, el verdadero peso de la acción recae en las niñas, es especial en Lulu Wilson (precisamente vista en Ouija: el origen del mal) y Talitha Eliana Bateman, a la que le auguro un gran futuro en esto del cine (no necesita mucho para, pese a su breve intervención, ser de lo mejor de Geostorm), y el detalle de que la segunda de ellas tenga problemas de movilidad ayuda en aumentar la tensión a su alrededor.
Annabelle Creation no es nada del otro mundo, pero funciona como entretenimiento, sin legar a aburrir ni alargar las situaciones en extremo y cerrando la puerta a posibles continuaciones, ya fuesen en forma de secuela o precuela. Ahora sí está ya todo el pescado vendido y, como despedida de una saga que nunca debió existir, no es mala cosa.
Valoración: Seis sobre diez.
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