domingo, 22 de octubre de 2017

EL MUÑECO DE NIEVE, tan gélida como fallida.

Con apenas dos películas Tomas Alfredson se había labrado una posición de honor en el limbo del cine. Tanto Déjame entrar como El topo son grandes películas, y El muñeco de nieve debería haber supuesto su consagración definitiva. Sin embargo, este intento de unificar las culturas anglosajonas y suecas no llega a funcionar en ningún momento, y pese al brillante aunque ecléptico reparto la película, sin ser tampoco espantosa, naufraga a medida que se acerca a su desenlace.
Basada en una novela de Jo Nesbø, la película aspira a ser un thriller negro sobre un policía con múltiples problemas en su entorno personal y la investigación de un asesino en serie que tiene un muñeco de nieve como firma de autor. En este sentido, se agradece que en la primera mitad del film haya un retrato de personajes bastante profundo, sin que estos sean meros estereotipos. El policía al que da vida Michael Fassbender tiene toda una historia detrás y Alfredson le dedica su tiempo a mostrárnosla, desnudándolo ante la cámara y describiendo sus debilidades y temores. No es suficiente con ello, sin embargo, quizá debido a que su referente literario tenía seis novelas antes de esta El muñeco de nieve y eso le supone un bagaje demasiado complejo para resumirlo en apenas sesenta minutos. Es por ello que a medida que avanza la investigación y la trama del asesino cobra importancia el desarrollo del personaje queda en el olvido el interés se pierde hacia una resolución cercana al ridículo.
Hay demasiados elementos en la historia que chocan entre sí,. casi tanto como el reparto excesivamente internacional para una historia tan enmarcada en un paisaje, el de Suecia, que forma parte indisoluble de la acción. Así, al protagonista Fassbender, de origen alemán, le acompaña una exnovia, Charlotte Gainsboug, que pese a haber nacido en Londres tiene clara ascendencia francesa. Están también J.K.Simpson, nacido en Detroit, ejerciendo como alcalde de una localidad noruega, al californiano Val Kilmer (aunque hay que reconocerle la ascendencia sueca) como un antiguo policía de Bergen) y a los británicos Toby Jones y James D’Arcy también pululando por ahí como gentes locales. Curiosamente, la única sueca del reparto principal, Rebecca Ferguson, está tan acomodada al cine de Hollywood que es fácil olvidarse de sus orígenes. Y no quiero decir con esto que vea imprescindible que los actores tengan que ser fieles a los orígenes de sus personajes (Mucho ruido y pocas nueces es una de mis películas favoritas y allí Denzel Washington hacía de Príncipe de Aragón), sino que sirve como ejemplo del camino al desastre que ofrecía la película desde su comienzo.
Se puede apreciar en ella el impecable estilo visual de Alfredson, y durante su primera mitad el misterio sobre los asesinatos se sostiene bastante bien. Aunque se empieza a apreciar ya una diversidad de temas tan amplia que se intuye que puedan no llegar nunca a buen puerto. Es durante el desenlace cuando todo se va al trate, la resolución es confusa y torpe y el trasfondo de los personajes queda en el olvido.
Es, pues, El muñeco de nieve, una película que se puede llegar a ver sin demasiadas pretensiones, pero que teniendo en cuenta el gran talento que se había reunido delante y detrás de las cámaras resulta una tremenda decepción y un film algo anodino y, a la postre, rutinario.

Valoración: Cinco sobre diez. 

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