Resulta
sumamente complicado enfrentarse a una película como Madre! Por un lado, debido a la complejidad de la obra en sí, pero
por otro por lo importante que es que el espectador vaya lo más virgen posible
a ella para disfrutar (o no) la experiencia de una manera más completa.
Madre! es, posiblemente, la película más personal y extrema de Darren
Aronofsky, muy por encima de Cisne negro,
y aunque guarda algunas similitudes con respecto a su retorcido desconcierto,
aquella se quedaba corta en comparación a la propuesta inicial.
Todo
arranca de una manera algo convencional, con un matrimonio que vive
tranquilamente en una casa aislada del mundo, él tratando de escribir una nueva
obra de poesía y ella dedicada a la reformar el hogar tras un atroz incendio.
Pero la tranquilidad se trunca con la llegada de unos desconocidos que se
convertirán en invitados no demasiado bien recibidos por parte de ella.
Con
toques de terror algo descafeinados, todo parece indicar que estamos ante otro
ejemplo de cine de “home invasión” más, con un toque surrealista aunque tampoco
nada del otro mundo. Pero poco a poco las cosas se van saliendo de cauce y,
hacia mitad del metraje, un brusco giro de los acontecimientos sumerge al
espectador en una vorágine de secuencias que le golpean sin tiempo para que
recupere el aliento y dando claras pistas hacia dónde se deriva la trama pero
no concediéndole el tiempo necesario para asimilarlas.
Ayuda,
para ello, el abuso de primeros planos centrados en el personaje de Jennifer
Lawrence para reforzar la sensación de soledad e incomodar al espectador,
restándole espacio a su alrededor para poder ver más allá de lo que Aronofsky
está dispuesto a mostrar. Javier Bardem, correcto sin más, aporta la ambigüedad
necesaria para terminar de descolocar al espectador y la aparición de Ed Harris
y Michelle Pfeiffer consigue incomodar sin necesidad de que lleguen a hacer
tampoco nada suficientemente evidente para ello.
Madre! es una película tan angustiante como hipnótica, que deriva en una
montaña rusa de sensaciones y logra sumergirse en el absurdo sin que en ningún
momento llegue a molestar. En su tramo final nada parece tener sentido, todo es
una absoluta locura, una pesadilla demencial. El espectador no entiende nada,
pero tampoco le importa. Y, al final, la luz. La chispa que revela lo que
Aronofsky nos está contando. Aunque tampoco entonces está del todo claro, pues
la interpretación del espectador juega también su propio papel.
Estamos,
pues, ante una película que conviene ver con la mente bien abierta, dejándose
llevar como si estuviésemos atrapado en un sueño de esos en el que recorremos
lugares conocidos pero distorsionados, con un toque de irrealidad. Luego, tras
el visionado, el director obliga al espectador a sumergirse en sus recuerdos, a
analizar todo lo que ha visto y, mejor todavía, a compartirlo con otros espectadores
e intercambiar puntos de vista para llegar a resolver la metáfora que acabamos
de presenciar.
Y
una vez hecho esto, si alguien se atreve con un segundo visionado, las
respuestas estarán mucho más claras.
Madre! puede resultar una película difícil para muchos espectadores, que no
estén dispuestos a realizar ese ejercicio de reflexión y análisis posterior y
que se sientan incluso estafados por lo que acaban de ver, con imágenes crueles
y desagradables, en una época demasiado acostumbrados al cine de consumo
inmediato y olvido fácil o al estilo “nolaniano” donde te explican las cosas
varias veces para asegurarse de que lo entiendas todo a la primera. Es por ello
que ha tenido algunas críticas atroces, ya que esta sí es una película para
amar u odiar. Yo, personalmente, me he quedado atrapado por su envoltura y que
querido excavar para llegar a su interior, para indagar en lo que me están
contando y dejarme embrujar por ella.
Es
difícil aceptar Madre! a la primera,
ya que quien espere ver en ella una simple película de terror (solo hay algún
ligero toque de ello) quedará decepcionado, pero quien lo consiga, lo va a
disfrutar de lleno. Como me sucedió a mí.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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