Pudiera
parecer complicado llevar a la gran pantalla la exitosa novela de Albert
Sánchez Pinyol, pero a la hora de hacerlo Xavier Gens era una buena elección.
Al menos tras su potente Frontera,
aunque su alejamiento del cine de terror con Hitman truncó lo que parecía una interesante carrera.
En
La piel fría se aprecian detalles del
mejor Gens, sobre todo en lo referente a una puesta en escena impecable, donde
tanto los efectos visuales capaces de transformar a Aura Garrido en un ser de aspecto
anfibio como la fotografía que convierten Lanzarote en una inhóspita e insana
isla copan el interés principal. Por desgracia, y pese a saber condensar
correctamente la historia de la novela, eliminando alguna subtrama que quizá entorpecerían
el ritmo narrativo cinematográfico, la película fracasa en lo que debería ser
lo más importante, la profundidad de personajes.
La piel fría arranca con la llegada de un barco a la susodicha
isla donde dejaran a un hombre durante un año completo para trabajar realizando
estudios meteorológicos. Allí conocerá al otro habitante de la zona, Grunter,
un hombre malhumorado y poco amistoso que se ocupa del faro, a poca distancia
de la cabaña que ocupa el protagonista. No es un comienzo muy esperanzador, que
empeorará cuando se descubra que por las noches una serie de criaturas marinas
emergen del mar para atacar salvajemente a los protagonistas. Grunter y el
recién llegado, al que este llamará simplemente Amigo, deben hacer frente
común, pese a sus evidentes diferencias, para sobrevivir a los ataques
nocturnos, conviviendo además con una hembra de tan extraña especie que Grunter
tiene como mascota.
Así,
la película tiene un ambiente desasosegante y aterrador que sirve como excusa
para hablar sobre la soledad y la huida del pasado, dos elementos que unen a
los protagonistas pero que nunca llega a calar en el espectador por falta de
información. Lo que se sabe de ellos es escaso y el desarrollo de su relación
se produce a trompicones, mediante elipsis fallidas que impiden la empatía con
ninguno de ellos.
La piel fría describe un extraño triángulo donde unas dosis más
elevadas de terror habrían mejorado la función, pero esa falta de riesgo y de
pasión la dejan un poco a medio camino de lo que se intuye podría haber llegado
a ser. Solo el esforzado trabajo de Aura Garrido anima la trama, que precisa
más valentía para que esta especie de fábula que le habría venido que ni
pintada a alguien como Guillermo del Toro llegue a funcionar.
Con
todo, su estética es hipnótica, y las escenas de enfrentamientos impiden que el
espectador llegue a aburrirse en ningún momento, con lo que se impide que la
película llegue a decaer en ningún momento.
La piel fría es un buen cuento de terror, pero con un poquito más
de alma habría podido llegar a ser una película realmente brillante.
Valoración:
Seis sobre diez.
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