Después
de su notable debut en la dirección con Los
sin nombre, Jaume Balagueró se atrevió a dar el salto internacional para
filmar en inglés la incomprendida Darkness
y la aceptable Frágiles. Fue con ese
genial experimento compartido con su amigo Paco Plaza llamado [REC] que logró la fama mundial que
tanto se merecía (no muchos pueden presumir de haber creado una saga de gran
éxito con remake americano incluido), siendo su siguiente trabajo en solitario,
Mientras duermes, posiblemente su
mejor película como director.
Desde
entonces, Balagueró parece haber caído en un pozo de incomprensión, tanto como
director ([REC]4: Apocalipsis no
gustó demasiado) como en su faceta de productor o guionista (Summer camp se estrenó un poco de
tapadillo y Inside fue bastante
vapuleada por la crítica). Y no parece que su retorno al inglés le vaya a
servir para reconciliarse con nadie.
Por
mi parte, nunca le he perdido la fe a un realizador que podrá tener trabajos
mejores o peores, pero que nunca me ha defraudado, y en este contexto se
encuentra su Muse, una película cuyo
principal error es tratar de venderla como obra de terror cuando lo que busca
es más bien el suspense y la intriga. Partiendo de una novela de Juan Carlos
Somoza, La dama número trece, Muse se interna en el metalenguaje de la
literatura para convertir a unos seres sobrenaturales (una especie de brujas en
la novela original) en un reflejo perverso y oscuro de las musas de la
mitología griega, que en la película son siete en lugar de las nueve clásicas o
las trece de la novela.
Samuel
es un profesor de literatura sumido en una gran depresión a raíz del suicidio
de su novia (a la par que alumna) que tiene un sueño recurrente en el que contempla
el asesinato de una mujer. Cuando descubre que el asesinato que se le
representa por las noches es real, conoce a otra mujer con el mismo sueño y
juntos emprenden una investigación para descubrir la verdad. Así, es evidente
que estamos más ante una obra sobre secretos oscuros y pesquisas, más cercana a
títulos como El Código DaVinci que a
los muertos vivientes de [REC], pero
se pueden descubrir en ella la mano de Balagueró, haciéndola una cinta personal
y muy propia de su particular estilo.
Bien
es cierto que su origen narrativo quizá la condenen a un ritmo algo lento y carente
de algún giro narrativo más que logre sorprender al espectador, y puede que se
aprecie en su brillante reparto a algún nombre algo desaprovechado, pero la
magnífica ambientación y el siempre eficiente trabajo de Balagueró tras las
cámaras consiguen componer una película intrigante y desasosegadora.
Quizá
no sea esta la gran película que nos devuelva al mejor Balagueró, pero sí es un
trabajo muy notorio y disfrutable para los fans del género.
Valoración:
Siete sobre diez.
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