En
un momento de Tenet, durante su arranque inicial (ese en el que apenas
pasa nada, más que gente hablando de cosas), una científica explica al
protagonista: «No intentes entenderlo, solo siéntelo». Obviamente, se trata de meta
cine, y con esa frase Christopher Nolan está hablando directamente al
espectador.Y es que pese a todos los esfuerzos del realizador por dar largas y pesadas explicaciones sobre como funciona su propia versión de viajes en el tiempo (amparada, eso sí, poro sesudas y complejas teorías cuánticas reales), lo cierto es que el argumento es un caos completo y, por momento, absurdo donde Nolan peca de lo de siempre, de querer ser demasiado complejo y trascendental. Querer dotar de un velo de realismo a algo así, en lugar de apostar por la diversión pura y dura de Matrix, por ejemplo, es su principal error. Esto provoca que, llegados al segundo acto, uno se sienta completamente desorientado y nada le importe demasiado. No siquiera resulta fácil cogerle cariño a un protagonista que, pese a estar tan perdido y desorientado como el propio público, nunca llega a generar suficiente empatía. Quizá la culpa de ello es que todo el mundo parece entender las leyes de la física cuántica a la primera, haciendo que uno se sienta más tonto todavía.
Solo en el tercer acto las cosas empiezan a reconducirse. Ahí, si el espectador acepta la regla de no tratar de entenderlo y deja el cerebro bajo la butaca, la película se convierte en un espectáculo interesante y adrenalítico, con giros de guion que, aunque menos sorprendentes de lo deseado, funcionan y con vueltas de tuerca muy divertidas e interesantes. Y así es como se con sigue salvar una película que, por otra parte, contiene todos los tics y defectos del cine de Nolan.
Quizá el problema sea mío, pues siempre he aceptado que no digiero bien el cine de este autor, o quizá sea una cuestión de Fe. La ciencia cuántica va, en cierto modo, de eso, ya que es, por definición, indemostrable. Y si hablamos de viajes temporales (un tema que por otro lado me apasiona), el caso de las paradojas imposibles (como la del abuelo, varias veces mencionadas en el film), me parecen un canelo. Algo parecido me sucedió con la cansina Interestellar. Yo soy más de la teoría (si queremos aceptar la posibilidad de los viajes temporales) de los universos paralelos, de lo que también habla el film. Y es que ras tanto parloteo que genera más confusión que respuestas (en el fondo se pasan casi una hora para explicar lo que en Endgame se aclara en una escena, mientras que la máxima de que «saber demasiado pude ser peligroso para tomar decisiones» es expuesta en esa misma película por el Dr. Extraño con un solo gesto.
Puede resultar irrisorio comparar la grandilocuencia de Tenet con la insuperable conclusión de la saga del Infinito de Marvel, pero si queremos ponernos realmente trascendentales con el tema, me quedo con La llegada de Denis Villeneuve. Al menos esa sí te sabía tocar el corazón.
En fin, que puede que sea demasiado tonto como para entender una película tan «inteligente» como esta (aún no sé qué pinta Michael Caine en todo esto, o los giros argumentales del tipo al que da vida Robert Pattinson), o a lo mejor es Nolan quien es tan listo que solo hace películas (el bodrio de Dunkerque es otra cosa) tan complejas para obligar al espectador a pasar dos veces (al menos) por caja para tratar de encontrarle el sentido a todo lo visto en pantalla. Al menos, eso sí, se puede confirmar que el director es fiel a sí mismo, realizando aquí un trabajo que es 100% Nolan, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.
En mi caso, al menos, fui capaz de seguir el consejo del que hablaba al principio de mi comentario y, aceptando la realidad de que no iba a enterarme de nada, decidí entregarme al espectáculo palomitero y, gracias en parte a un Kenneth Brannagh al que, pese a cosas como Artemis Fowl, nunca dejaré de admirar, como gran villano de la función, conseguí pasármelo relativamente bien.
Valoración: Seis sobre diez.
Solo en el tercer acto las cosas empiezan a reconducirse. Ahí, si el espectador acepta la regla de no tratar de entenderlo y deja el cerebro bajo la butaca, la película se convierte en un espectáculo interesante y adrenalítico, con giros de guion que, aunque menos sorprendentes de lo deseado, funcionan y con vueltas de tuerca muy divertidas e interesantes. Y así es como se con sigue salvar una película que, por otra parte, contiene todos los tics y defectos del cine de Nolan.
Quizá el problema sea mío, pues siempre he aceptado que no digiero bien el cine de este autor, o quizá sea una cuestión de Fe. La ciencia cuántica va, en cierto modo, de eso, ya que es, por definición, indemostrable. Y si hablamos de viajes temporales (un tema que por otro lado me apasiona), el caso de las paradojas imposibles (como la del abuelo, varias veces mencionadas en el film), me parecen un canelo. Algo parecido me sucedió con la cansina Interestellar. Yo soy más de la teoría (si queremos aceptar la posibilidad de los viajes temporales) de los universos paralelos, de lo que también habla el film. Y es que ras tanto parloteo que genera más confusión que respuestas (en el fondo se pasan casi una hora para explicar lo que en Endgame se aclara en una escena, mientras que la máxima de que «saber demasiado pude ser peligroso para tomar decisiones» es expuesta en esa misma película por el Dr. Extraño con un solo gesto.
Puede resultar irrisorio comparar la grandilocuencia de Tenet con la insuperable conclusión de la saga del Infinito de Marvel, pero si queremos ponernos realmente trascendentales con el tema, me quedo con La llegada de Denis Villeneuve. Al menos esa sí te sabía tocar el corazón.
En fin, que puede que sea demasiado tonto como para entender una película tan «inteligente» como esta (aún no sé qué pinta Michael Caine en todo esto, o los giros argumentales del tipo al que da vida Robert Pattinson), o a lo mejor es Nolan quien es tan listo que solo hace películas (el bodrio de Dunkerque es otra cosa) tan complejas para obligar al espectador a pasar dos veces (al menos) por caja para tratar de encontrarle el sentido a todo lo visto en pantalla. Al menos, eso sí, se puede confirmar que el director es fiel a sí mismo, realizando aquí un trabajo que es 100% Nolan, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.
En mi caso, al menos, fui capaz de seguir el consejo del que hablaba al principio de mi comentario y, aceptando la realidad de que no iba a enterarme de nada, decidí entregarme al espectáculo palomitero y, gracias en parte a un Kenneth Brannagh al que, pese a cosas como Artemis Fowl, nunca dejaré de admirar, como gran villano de la función, conseguí pasármelo relativamente bien.
Valoración: Seis sobre diez.
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